El mejor secreto guardado en Cuenca ha sido desvelado esta tarde en el Teatro Auditorio: la Semana Santa de Cuenca ya tiene cartel anunciador, obra de Enrique Martínez Gil, en el que asoma un Cristo entre colores cálidos y triángulos a modo de capuces combinando dos de las pasiones del autor, la fotografía y el diseño.
Había ganas, muchas, de retomar los actos semanasanteros en Cuenca y no ha podido empezar mejor. La presentación del cartel es el punto de partida definitivo para la Semana Santa 2022 y el público no ha faltado acogiendo de buen grado la obra que anuncia la semana grande de Cuenca.
El mejor secreto guardado en Cuenca ha sido desvelado esta tarde en el Teatro Auditorio: la Semana Santa de Cuenca ya tiene cartel anunciador, obra de Enrique Martínez Gil, en el que asoma un Cristo entre colores cálidos y triángulos a modo de capuces combinando dos de las pasiones del autor, la fotografía y el diseño.
Había ganas, muchas, de retomar los actos semanasanteros en Cuenca y no ha podido empezar mejor. La presentación del cartel es el punto de partida definitivo para la Semana Santa 2022 y el público no ha faltado acogiendo de buen grado la obra que anuncia la semana grande de Cuenca.
La comunidad nazarena, congregada en un Teatro Auditorio prácticamente lleno, ha vivido este viernes 4 de febrero uno de los momentos más esperados de los dos últimos años: la presentación del Cartel para esta Semana de Pasión, obra del arquitecto y fotógrafo conquense Enrique Martínez Gil.
Al acto asistían, además de la Comisión Ejecutiva de la JdC encabezada por su presidente y la Junta de Diputación de la institución, el obispo de la Diócesis, monseñor José María Yanguas, el alcalde de Cuenca, Darío Dolz, el vicepresidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, José Luis Martínez Guijarro; la delegada de la JCCM en Cuenca, Marian Martínez; o el subdelegado de Defensa, coronel Fernando Antón, entre otras autoridades y personalidades de la ciudad.
La larguísima espera – pandemia mediante – finalizaba al fin al filo de las 20:30 horas, cuando el repostero de la JdC que guarda celosamente el gran secreto de cada Semana Santa caía, ayudado por Cartelista y presidente de la institución, para dar paso a un cartel concebido, en palabras de su autor, para constatar “que nuestra Semana Santa ha sido de algún modo la luz que nos ha iluminado en la oscuridad que hemos sufrido en este tiempo, esa luz que nos ha dado la esperanza de que todo finalizara pronto y volviera a ser como antes”. La ovación hizo temblar los cimientos del propio Auditorio.
Luz, trabajo callado, reconstrucción
“No hay mayor orgullo para un conquense que ama su Semana Santa y que la ha vivido intensamente desde siempre, que el poder representar a su ciudad con la imagen que encarnará su celebración más emblemática y querida”. Con estas palabras – y tras dedicar un recuerdo a sus padres y un agradecimiento especial a su mujer y a sus hijas – empezaba su discurso Enrique Martínez Gil, con el Cartel ya presidiendo el escenario del Teatro Auditorio y circulando entre la comunidad nazarena vía móvil y redes sociales.
Definido como un nazareno atípico, por lo libre – “Ni de fila, ni bancero, ni de acera, siempre moviéndose libremente por fuera de la procesión, para captar esos momentos que le han llevado a mostrar que hay otra Semana Santa” dijo de él su gran amigo y vicepresidente de la JdC, Antonio Abarca, al presentarle –, tuvo claro desde el principio que “no quería que mi cartel fuera una fotografía con letras: quería algo más que le aportara contenido”.
En esa búsqueda de lo esencial, han jugado un papel fundamental la conjugación del arquitecto y el fotógrafo, del profesional y el nazareno, de la forma y el fondo, de la imagen y el mensaje. Tomando como punto de partida “la fotografía en blanco y negro de un Cristo ‘sin apellidos’ al que despojo de cualquier referencia para que pueda ser representativo de toda una ciudad y de todas las hermandades que la conforman”, Enrique ha plasmado en su Cartel lo que define a Cuenca y su Semana Santa más allá de formas, lugares y tallas reconocibles: la luz. Una luz de un tono amarillo oro “que creo que es el color de Cuenca”, el color “de muchas de nuestras fachadas, de las luces de nuestras farolas, de nuestro otoño”.
Sobre la imagen de ese Cristo contorneado por la luz, sobre fondo neutro y texturizado con los yesos fisurados, añejos, de las fachadas del Casco Antiguo, se superpone una trama arquitectónica “que me genera una serie de triángulos que pueden entenderse como una imagen fragmentada, un puzle compuesto por fotogramas que en sí pudieran tener entidad propia”. Y es a partir de esta trama que el Cartel adquiere todo su significado, pues en esa trama que refleja el homenaje de Martínez Gil a los artistas abstractos que dejaron su impronta en los vitrales de la Catedral se desarrolla su ensayo sobre la luz en la Semana Santa.
Explicó el Cartelista que “buscaba una imagen sencilla de leer, en dos tonos sobre fondo neutro, sin artificios que distrajeran del mensaje principal y con un lenguaje cercano a la cartelería publicitaria”. En su sencillez, el Cartel de la Semana Santa de Cuenca de este año expresa todo lo fundamental: la influencia de Cruz Novillo, Antonio Saura, Miguel Zapata o Miguel Ángel Moset; el homenaje del Cartelista a Luis Marco Pérez, el recuerdo a un 2021 huérfano de Cartel (por eso, el de 2022 presenta las dos fechas), la perspectiva del nazareno cuando mira el paso desde el suelo.
Y, sobre todo, la verdadera esencia que hace de nuestra Semana Santa ser lo que es: “El trabajo desinteresado y anónimo de mucha gente”, que queda representado en el cartel “por los 24 triángulos resultantes de la trama, 24 meses de espera impaciente y que se ha hecho larga desde el último redoble de tambores de 2019” contaba el Cartelista. Veinticuatro triángulos que representan a todos y cada uno de los actores de la Semana Santa en una visión general que hace comprender “sin ninguna duda que todos ellos son necesarios y complementarios para comprender el conjunto”. Veinticuatro triángulos, algunos de ellos hechos de vacío, que son más que el recuerdo a todos aquellos nazarenos a quienes hemos perdido durante la pandemia: son la constatación de que “aunque nos falte una parte esencial, podemos recomponer la imagen con la ayuda del resto y seguir entendiéndola como completa”.
Luz, trabajo callado, sencillez, homenaje, ausencia, reconstrucción. Un Cartel para observarlo detenidamente, meditarlo, sentirlo y guardarlo en el corazón… siguiendo el ejemplo bíblico de María.
Cuenca, tan nazarena, tan única
Más de 700 días después, los nazarenos de Cuenca volvían a escuchar al Pregonero de la Semana Santa de este año, el periodista y sacerdote Antonio Pelayo, quien debió serlo de la Pasión de 2020 y cuyas palabras dejaba la pandemia dos años en suspenso. Es por eso que, para volver a dirigirse a quienes aguardan tal vez con más ansia que nunca el próximo Viernes de Dolores, Pelayo quiso citar la famosísima frase del ilustre conquense Fray Luis de León y empezar con un “decíamos ayer” que enlazó pasado y presente.
El periodista reconoció que estos dos años han sido especialmente duros y tuvo palabras de recuerdo para todas las personas que han fallecido por la emergencia sanitaria, así como para aquellas que han perdido seres queridos y para quienes han sufrido dificultades de todo tipo. En su discurso, citó a Tina Turner – quien recientemente ha afirmado que lo mejor que le ha dado la vida ha sido la adversidad – para exhortar a los nazarenos a que “de este momento oscuro, difícil y dramático sepamos sacar lo mejor. Y ¿qué es lo mejor? Lo ha definido el presidente de la JdC: de esta Semana Santa a puerta cerrada, lo mejor que podíamos sacar ha sido la solidaridad” afirmó, recogiendo las palabras del discurso inicial de Jorge Sánchez Albendea en las que recordó la implicación que Junta de Cofradías y hermandades han tenido con quienes más lo necesitaban desde que se declaró la pandemia.
Finalmente, Pelayo se refirió a la raíz nazarena de Cuenca para afirmar que “el caso de Cuenca es único, excepcional. Irrepetible. No es una macro ciudad, pero si hay 50.000 habitantes y 25.000 cofrades, lo que quiere decir que hay una incorporación a la historia personal, familiar y social, que hace que la ciudad en Semana Santa se transforme”. Finalizó pidiendo a los nazarenos de Cuenca que defiendan “la Semana Santa como lo que es y tiene que ser: la vivencia del hecho más trascendental y extraordinario que ha vivido la Humanidad, que Dios escogiera un día ser un niño pobre en Belén y aceptar voluntariamente su Pasión e ignominiosa Muerte para resucitar y salvarnos a todos. Porque Dios murió por todos”. La próxima vez que Antonio Pelayo pise el escenario del Teatro Auditorio será Viernes de Dolores y lo hará para pronunciar, al fin, ese Pregón que lleva dos años aguardando.
En la espera… solidaridad
El acto comenzaba con las palabras del presidente de la JdC, un discurso emotivo y sencillo en el que el máximo responsable de los nazarenos de Cuenca reconocía que “han sido días muy difíciles. En los que hemos perdido amigos y familiares, buenas personas y buenos nazarenos”. En los 1.020 días transcurridos desde la última vez que Cuenca vio procesiones de Semana Santa por sus calles – “Sí, los he contado, como muchos de vosotros” dijo el presidente – “unas veces hemos sentido miedo y otras veces no hemos entendido lo que estaba pasando. Hemos echado de menos a los nuestros y también, esas costumbres que enseñamos de padres a hijos, que nos unen, que llevamos en lo más profundo del corazón: compartir un rato hablando de Semana Santa, juntarnos en una Junta General, rezar juntos en la Función religiosa, poner a nuestras imágenes en andas, sentir sobre la cara la tela del capuz. Escuchar en la calle esa marcha que nos pone la piel de gallina. Oler a incienso. Y a cera. Romper, tal vez, alguna tulipa. Llegar a casa con esa mezcla de alegría, cansancio y sensación de haber cumplido después de la procesión”.
Más allá de la añoranza, el presidente dirigió palabras de reconocimiento a las hermandades y al conjunto de la Semana Santa, por su implicación con la ciudad cuando más se necesitaba y por las constantes muestras de solidaridad de los últimos 24 meses. “Como presidente, me siento orgulloso de vosotros y de lo que hemos hecho juntos. Porque, lejos de desaparecer, hemos estado más presentes que nunca allí donde se nos necesitaba: la acción social y asistencial de las hermandades y la Junta de Cofradías ha sido grande, dentro de nuestras posibilidades, y hemos estado por y para la ciudad cuando más hacía falta. Así tiene que ser. Ése es el espíritu que mueve nuestra Semana Santa. Lo que nos enseñaron nuestros padres y hemos transmitido a nuestros hijos. Eso por lo que nuestra Semana Santa es, permitidme decirlo así, tan grande que trasciende todo lo demás” aseveraba.
Memoria
En la explicación del sentido de su Cartel, afirmó Martínez Gil que había decidido retirar de la imagen algunos de los triángulos, a modo de recuerdo a los nazarenos que nos han dejado en este tiempo de pandemia y que, sin embargo, en la ausencia se refleja la existencia de quienes nunca dejarán de estar. Todo el acto de presentación del Cartel sirve de ejemplo a sus palabras, pues los ausentes estuvieron, si cabe, más presentes que nunca.
Empezando por la silla vacía, iluminada por un haz de luz, sobre la que descansaban una túnica y un capuz. Continuando por el vídeo en recuerdo a todos los nazarenos fallecidos durante la emergencia sanitaria, con fotografías de Enrique Martínez Gil sobre un padrenuestro cantado por Diana Navarro. Y culminando, en los compases finales del acto, con el estreno de Tulipas del cielo, la marcha compuesta por José Mencías para los nazarenos fallecidos durante la pandemia, y del spot promocional de esta Semana Santa, Encuentro, obra de Javier Cófreces.
El estreno de la marcha se producía en el marco de un breve concierto ofrecido por la Banda Municipal de Música de Cuenca – que celebra su 125º Aniversario, aplazado desde 2020 – en el que también sonaron Por tu cara de pena y San Juan. El spot, una pieza de autor que es un ejercicio de fe, recuerdo y unión con la esperanza de la Resurrección como mensaje principal, cerraba el acto elevando la emoción que había permanecido muy alta durante toda la velada. “La Semana de Pasión de 2022 se abre paso. Cuenca la necesita y los nazarenos la ansiamos. Ha llegado nuestro tiempo” concluyó Sánchez Albendea. En sus palabras, recogió el sentir de toda la comunidad nazarena.