Las tradiciones son los vínculos que nos unen. Los caminos que nos llevan al encuentro y, también, al reencuentro. Historias y palabras llegadas a nosotros a través de las letras o narradas por nuestros mayores. Fervor, religiosidad, costumbres y tradición van de la mano a pesar de la pandemia sufrida por el Coronavirus que no nos ha permitido acudir en romería, mañana, a la ermita de la V. de las Angustias en Puente de Vadillos.
Por eso, el Ayuntamiento de Cañizares, quiere homenajear a nuestros mayores y a la Patrona con este Mayo con el que, nuestro pueblo, participó en el año 1971 en el I Concurso de Mayos y Canciones de Ronda.
Vídeo. Mayo de Cañizares
Cañizares a mitad del siglo XIX
La encontramos en una pequeña altura rodeada de cerros de mayor elevación encontrándose, a tres cuartos de hora, la sierra de Priego a donde se va por un valle o vega pequeña de 200 o 300 pies por lo más ancho.
Las enfermedades más comunes son los dolores de costado, calenturas viliosas y reumas. Tiene 164 casas en cuatro calles con una población de 142 vecinos correspondientes a 560 almas, y una plaza, salas consistoriales, cárcel, escuela de primeras letras dotada con 1.100 reales frecuentada por unos 28 alumnos e iglesia parroquial de entrada (Santiago Apóstol) servida por un cura y un teniente para el anejo de Fuente-Escusa.
Para el surtido del vecindario existen dos fuentes dentro de la población que tienen su origen a un cuarto de hora de distancia.
Extramuros de pueblo, hacia la parte sur, hay una ermita dedicada a nuestra Señora de los Casares, otra dedicada a Las Angustias a media hora al este y, hacia la misma parte, como a mil pasos de la villa, otra que sirve de cementerio.
Cañizares comprende los despoblados de Vadillos y Palomares y nacen, sobre él, unas cien fuentes cuyas aguas son de superior calidad. Con las inmediatas al pueblo se forma un arroyo que sirve para dar riego a la vega, y otro con las que tiene su origen en un barranco a media hora al norte de la villa. Reunidos ambos, toman el nombre de Palomares desembocando, a un cuarto de hora de distancia, en el Guadiela que pasa por el término y se introduce en la provincia de Guadalajara.
El terreno es muy áspero y de mala calidad. Puede decirse que todo él es montañoso por comprender parte de las sierras de Priego, la de Pinosilla, Mirabete y Peña Bermeja pobladas de pinos negrillos, quejigos, chaparros, boj, romero, estepas, sabinas, enebros, tomillos y salvias.
Los caminos se hallan en un pésimo estado y la producción se centra en trigo, centeno, poca avena, judías y patatas de buena calidad. Hay cría de ganado lanar, cabrío y vacuno. Caza de liebres, conejos, perdices, venados, corzos y jabalíes y pesca de truchas, barbos, luinas y muchos cangrejos.
Hay dos molinos harineros y, la mayor parte de los vecinos, se ocupan en hacer cucharas de boj y pino que las llevan para su venta a Cádiz, Valencia y Madrid.
Cañizares hoy
La CM-210 es una invitación para cogerla y, sin dejarla, alcanzar el paraíso serrano de las altas aguas del Tajo abierto al mundo desde las dos provincias: Cuenca y Guadalajara, dejando atrás parte de una Alcarria que, también, reclama lo suyo. Un viaje que tiene en Cañamares el punto de unión para aquellos que proceden de Priego, la Frontera o Fuertescusa y que, pasado el Monsaete, se darán de bruces con Cañizares que es la antesala de lo que, a uno, le dejó marcado de por vida hace ya muchos años camino de Salinas de Armallá en donde, sin coronavirus y con muy poca gente, preparaban la romería a la Virgen de la Hoz, en Molina de Aragón, junto al río Gallo, otro afluente del Tajo.

Digo que, a Cañizares, con 559 habitantes (uno menos que hace 170 años) repartidos entre el núcleo principal, Puente de Vadillos y Huerta Marojales, se llega por una carretera en muy buen estado que nada tiene que ver con aquella otra, de los años 60 del pasado siglo, por la que mucha gente se marchaba en busca de paraísos prometidos por los nuevos tecnócratas dejando aquí, en Cañizares, casa, padres y familiares. Un lugar, nos dice Cipriano Valiente, concejal de Cultura del Ayuntamiento, “al que las industrias de la zona han favorecido el asentamiento de nuestras gentes y, gracias a ellas, nos mantenemos porque hay trabajo”.
En Cañizares, la escuela permanece abierta (en condiciones normales) para unos 10 alumnos. “Nos vamos manteniendo”, dice Cipriano. “Yo cuando iba a la escuela, en los primeros años 70, había tres aulas: párvulos y otras dos más. Estaríamos unos 80 o más muchachos”, aclara.
Las fuentes, que citaba Madoz, siguen siendo las mismas aunque, el agua, por ser un bien escaso, deje de manar en ellas durante ciertas horas de la noche y evitar así un despilfarro, dice Cipriano al tiempo que retomamos la historia de las ermitas. “La de la Virgen de las Angustias está en Puente de Vadillos que, antiguamente, era territorio del Ayuntamiento de Cuenca hasta que logramos comprarlo. Allí, se hizo la ermita en el punto más alto y, hasta allí, vamos todos los años por estas fechas, el último fin de semana de Mayo, vamos andando en romería con la Virgen, hasta el Majaral, en donde hacemos fiesta, comida y verbena. Mañana no lo podremos hacer por el Coronavirus pero, el Mayo, será la compensación y el homenaje a nuestra Señora. Es una fiesta que tiene un fuerte componente social de convivencia, de reencuentro y, este año, se ha ido a pique”, lamenta Cipriano.
Hace 170 años, había dos pedanías: Puente de Vadillos y Palomares. “Palomares es un territorio de Cañizares que tiene su historia. Mira, la Herrería de Santa Cristina debió de pertenecer a alguna orden y, con el tiempo, se repartió entre Carrascosa de la Sierra, El Pozuelo y Cañizares correspondiéndonos, desde Peña Escrita, hasta el territorio que encontramos nada más pasar el túnel del Monsaete hasta el Guadiela. Toda esa parcela de tinás y huertos era Palomares. Había mucha tierra de cultivo, allí se segaba, trillaban y regresaban a Cañizares después de las faenas”, explica Valiente. “Y claro, por allí pasaba el rio Palomares que, aunque hoy lleve poca agua, antaño movía 2 molinos harineros de los que apenas quedan restos: parte del canal en uno de ellos y poco más porque están en propiedades privadas y, el tiempo, se ha encargado de comérselos. Es que había mucha agua, muchas fuentes. Decían que había 7 manantiales principales que llevaban agua al arroyo Palomares y de ahí, al Guadiela y, claro, se pescaba mucho, sí, era un arroyo de cangrejos y de truchas genial pero, cuando llegó la enfermedad, desapareció el cangrejo”.

El monte continúa dando riqueza a Cañizares aunque, la madera, no tenga el valor de antaño. Eran pinos negrales que, una vez cortados, se bajaban hasta el Cuervo y el Guadiela para que, los gancheros, los arrastraran río abajo hasta Toledo. Una tradición que continúa con la corta y pela de pinos en Palomares para, después, llevar los troncos río abajo por el Cuervo hasta Puente de Vadillos. “A nosotros nos llaman los Cuchareros porque, por tradición, nuestros antepasados hacían cucharas con madera de boj. Todavía hay alguna perdona mayor que sigue haciendo cucharas. Estamos en una zona rural en donde el invierno es muy largo, era muy largo y, por eso, se dedicaban a hacer estas cosas. A hacer cucharas. Un pequeño acicate para sacar unas perras, un complemento lo de las cucharas porque muchas familias vivían de eso y hasta, el oficio, tenía una especie de denominación de origen”, explica Cipriano. Iban a una especie de refugios en donde recogían el material, la madera de boj, la desbastaban y, luego, regresaban al pueblo y las terminaban. Yo tengo cucharas de mi tatarabuelo porque, el boj, aparte de su dureza natural, yo creo que se endurece mucho más conforme se va usando y se va lavando. Cuanto más se friega, más dura se pone la madera”.
Cipriano Valiente comenta que, este año, por culpa del Coronavirus -que nos ha quitado tantas y tantas cosas-, no le han podido cantar el Mayo a la patrona Virgen de Casares así que, en nombre de toda la Corporación, sirva este que se grabó en los estudios de Radio Peninsular de Cuenca en el año 1971 con motivo del I Concurso de Mayos y Canciones de Ronda. Han transcurrido 49 años y, los de entonces, ya no son los mismos.
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