Documentos de El Liberal. El Corpus del 27 de octubre de 1986 en Fuentelespino de Haro
No todo es llanura en Fuentelespino de Haro. El cerro Pinillo, como su nombre indica, adorna su tapiz vegetal con pinos y olivos. De aquí sale el agua que abastece al pueblo.
Hay otros cerros cuyos topónimos indican claramente sus huéspedes: el Enebroso y los Colmenares. Son montes del ayuntamiento que tienen un consorcio con Icona desde hace veintiseis años. Justo desde que comenzaran a repoblarlos.
El castillo de Haro, de finales el siglo XII, construido por don Diego López de Haro, Alférez Mayor de Castilla y Señor de Vizcaya sobre un cerro que domina la vega del río Záncara, en Villaescusa, da apellido a una demarcación que agrupa a Rada, Carrascosa, Villaescusa y Fuentelespino. Todos ellos de Haro.
Ahora mismo, 27 de octubre de 1986, tiene 461 habitantes con el agravante de que hay más hombres que mujeres, nos comenta Constantino Domínguez, añadiendo que se trata de una población envejecida: de hecho, este año hemos tenido más defunciones que nacimientos y, así, no vamos a ninguna parte.
El crecimiento vegetativo es nulo porque, por cada 17 defunciones, sólo hay 4 nacimientos. Una pirámide de población que presagia nubarrones negros: hombre, todos los años tampoco es este porcentaje que te digo, pero llevamos algunos años que sí. Que se mueren más que nacen. Mala cosa. Yo pienso que esto cambiará. Ahora mismo hay mayores, pero no todos los años se van a morir tantos.
Los jóvenes se marchan a trabajar por ahí o a estudiar, me dice. Hay muchos solteros de cuarenta a cincuenta años y chicas, como hay pocas… resulta que se van y se casan fuera. Paro no hay porque, ahora mismo, tenemos a dieciseis trabajando en una repoblación con ICONA. También hay algo de viña, el campo…pero poca cosa.
Dieciséis personas trabajan en ICONA faenando en repoblaciones y, el resto, vive de la agricultura con un incremento, ahora mismo, en la siembra de ajos. Y la viña. La agricultura es lo nuestro. Hay cereal pero es lo que menos mano de obra da porque está muy mecanizado ese sector.
Fuentelespino de Haro, aunque venido a menos, está mejor ahora que hace 30 años porque sus habitantes tienen agua corriente, funciona todo el alcantarillado, las calles están asfaltadas y las viviendas han evolucionado con los tiempos convirtiendo corrales y cuadras en lugares confortables. Ha cambiado mucho.
Sesenta niños están en edad escolar quedándose, aquí, los más pequeños. Los demás viajan a diario hasta Belmonte: treinta y cuatro kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. En invierno a los padres pues nos da miedo. No ha ocurrido nada al día de hoy, pero nos da miedo. Son cosas que vienen de atrás. Se agrupó en Belmonte, se perdieron las escuelas, se construyó un aula para estos niños…no sé, El ministerio de Educación y Ciencia dirá.
Aquí no hay cine, pero sí discotecas y bares que te ponen por aperitivo un primer plato de restaurante aunque uno no sabe si es por la fiesta o porque es así. El pueblo cuenta con un equipo de futbol federado del que la gente está contenta pero no así de los arbitrajes. No hay piscina y el Záncara pasa a unos cinco kilómetros con agua. Si, por aquí no lo hemos visto seco nunca. Más abajo sí. Pero la gente no va al rio a bañarse. Va a las piscinas de Villaescusa.
Los jóvenes se desplazan cuando pueden en busca de un ocio que aquí no tienen. Otros van a la Cañorra, junto al río Cazarejo que nace cerca de Villar de Cañas y desemboca muy cerca de aquí. En el Záncara.
En el pueblo no hay fuentes. Había una que se dejó de utilizar cuando se llevó el agua a las casas pero que, ya, no da ni gota desde que bajaron los niveles de los acuíferos. Sería la fuente que dio nombre al pueblo: la del Espino.
El día se presenta radiante. Es 27 de Octubre y en Fuentelespino de Haro celebran la festividad del Corpus Cristi. Una tradición que tenemos del siglo pasado, según nos han contado. Hubo una enfermedad de cólera, una epidemia y una mañana amanecieron trece muertos. Se sacó al Señor en procesión por las calles y se cortó la enfermedad. Luego, después de cuatro cinco años haciéndolo, se dejó de sacar la procesión y se volvió a repetir la misma enfermedad. Volvieron a sacar la custodia, desapareció la peste y, así, hasta ahora.
Cuatro brotes epidémicos tuvieron lugar en el interior de la Península a mediados del siglo XIX: el primero de 1833 a 1835 como consecuencia de la Guerra Carlista. El segundo de 1854 al 55 coincidiendo con el pronunciamiento de O´Donell. El tercero de 1865 al 66 por la crisis económica llegando, el cuarto, en el año 1885 coincidiendo con la crisis agrícola y la extensión de la filoxera. Brotes cíclicos que coinciden con desastres agrícolas o guerras que producen hambre, desnutrición y enfermedades.
La Asociación Musical Moteña, dirigida por Jaime Charco, lanza pasodobles lentos por unas calles que pronto quedan desiertas con el último toque de campanas. Hasta la telefonista está en esta misa que se oficia en la iglesia de San Pedro Apóstol construida, hace 20 años, sobre el solar que ocupara la antigua iglesia del siglo XVIII. Frente a la puerta, hay una plaza y una fuente, sin agua, que algún día fue o será luminosa. Aquí está Jordi. Porque me puso así mi madre. En realidad, no sé si son conscientes de la festividad que se celebra. Es la fiesta del Señor, me parece, dice Mari Luz que ha salido de la iglesia con su hermano.
El palio, durante los últimos cincuenta años, es llevado por el alcalde y los concejales. Antes lo llevaban los componentes de la hermandad de San Antonio. Bajo él, el sacerdote con la custodia y, por detrás, los otros tres curas que han concelebrado la misa y todo el pueblo al “Amor de los Amores” envuelto en incienso.
Nos detenemos en la mesa de María López: la mesa llevo sacándola cuarenta años40 años. Todos los años y dos veces porque es una devoción y, este año, de manera especial porque murió mi padre anteayer y la pongo. Por eso voy de luto.
Estamos en la Placeta, en medio de un silencio sepulcral presidido por esa mesa en la que destaca la imagen del Corazón de Jesús, dos velas, y en bordados, la custodia y un cáliz que hizo una amiga suya.
Solo faltan a la cita los que están trabajando fuera y las chicas de María: una estudiando y, la otra, en Valencia. Huele a incienso. Un humo que ciega los ojos de María incapaz de sujetar lágrimas ahogadas en recuerdos.
La calle es un hervidero de gente que canta a coro “Alabado sea el Santísimo”. Un tema religioso que, Adrián Garrido, va tarareando por lo bajito en esta procesión a la que acude las dos veces en el año. A mí me gustan los Corpus. Todos en general. Es una cuestión de fe y, como tal y demás cosas de la iglesia me gusta. Hoy es un día muy señalado pero el de antes también. Es que, mire usté, hace años tuvo una epidemia de cólera. Se sacó al Señor y se cortó. No vino ninguna más. Pero, ¿sabe qué?, que aquí ahora, aquí, se ha picao el cáncer más que en otro sitio, me dice en esta procesión en la que, por delante van tirando cohetes. Pocos porque, cuando se tiran de verdad, es el día del patrón San Antonio.
Isabel Parrilla ha puesto en su mesa a la Virgen de Fátima rodeada de macetas. Sii. La puse esta mañana. Llevo haciéndolo muchos años aquí en El Romeral. Tengo este gusto y mientras viva lo haré. Lo he bordado todo yo, sí, aunque antes ponía otras cosas.
Catalina ha dejado una mesa preciosa adornada con ramilletes de trigo y una imagen del Niño Jesús. La imagen la compré en Puebla de Almenara. Pongo la mesa porque tengo fe en el Señor y lo hago por devoción porque antes la sacaban mis padres. Es lo que queda. La devoción y el recuerdo de nuestros mayores. De mis padres, dice sin poder contener las lágrimas.
Desde un altillo, Bernardina divisaba todo. Lo llaman “el Altillo de los Viejos” porque aquí se reúne casi todo el personal. Es que tengo una embolia. Un paralís, me cuenta entre risas. Desde aquí se ve todo muy bien, ¿no ve usté?.
Bernardina tiene 80 años y su marido, Paulino, 85. El Corpus antes era igual que ahora y venía una banda de música también. Todo era igual. Hoy, el Corpus, es el presidente. El mejor. San Antonio es el patrón pero, lo de hoy, se celebra desde al año del cólera aunque el Corpus Corpus es en Junio dice riéndose en este Altillo de los Árboles en el que, como dicen, se reúnen los viejos. Tanto enchufe que lleva y nos está cogiendo todo, dice Bernardina. Aquí hay muchos viejos, sí, y alguno se mueve más de la cuenta. Y las huelgas, los jaleos que hacemos aquí no vea usté, dice sin parar de reir.
Salvador Briega asegura que va fastidiao por culpa de los tendones. He dao una vuelta porque tié uno que ir, pero no puedo arrodillarme. El Corpus antes era igual. Es como todo. Hay años que hay más fiesta y otros menos porque falta dinero. Pero es igual el de Junio que el de hoy. Somos un pueblo pequeño y no podemos gastar más. Algunos años, como este, ha habido toros, vaquillas pequeñas que luego terminan en calderetas.
A la puerta de la iglesia, casi terminando la procesión, esperaba Juan José, uno de los mayordomos. Mi misión es recoger dinero para hacer la fiesta. Una labor un poco ingrata, pero como cada año es uno distinto pues lo vamos haciendo.
Poco más de trescientas mil pesetas recaudaron el día de la fiesta del patrón y, con lo que sobró, están haciendo ahora el Corpus. El fin de semana hay más ambiente. Y las vaquillas de ayer las mataremos hoy porque, antes, las vamos a soltar esta tarde, me dice.
Ha terminado todo y, la gente, abandona la iglesia menos Felisa, una chica de dieciséis años. Estoy encendiendo lamparillas para las ánimas. Las enciendo yo porque no tengo padre. Murió en Febrero a los 41 años y las lamparillas ayudarán a guiarlo. Lo hago con mucha devoción, decía al tiempo que encendía esas lamparillas que iluminaban su rostro de una forma especial. Habrá que pedirle al Señor, en otra rogativa, que el mal no se cebe con Fuentelespino de Haro.