Era 1998, 27 de marzo, una semana antes del viernes de Dolores y del Pregón de la Semana Santa de Cuenca pronunciado por José Carlos Calvo. La cita de los conquenses está en la iglesia de San Esteban, casi anochecido, para escuchar el Concierto de Marchas Procesionales que la Hermandad de Jesús Orando en el Huerto patrocina y ofrece a sus hermanos y al resto de los conquenses que deseen escucharlas como un adelanto callejero a los sonidos que se oirán en las calles durante las procesiones de los días de Semana Santa. Interpreta, la Banda de Música de Cuenca.
El Rincón de Enrique Buendía
No fue un viernes más de Cuaresma. El 27 de marzo en la Iglesia de San Esteban, las 20,00 horas serían cuando, una gran cantidad de personas, se terminaban de acomodar en su interior sentados, en los bancos, o de pie en los pasillos de la amplia nave eclesial. La preparación del acto iniciaba sus últimos detalles colocadas y ocupadas, ya delante del Altar Mayor, sillas y músicos componentes de la Banda de Música de Cuenca encargada, como cada año por la Hermandad de Jesús Orando en el Huerto de San Esteban, para interpretar el esperado Concierto de Marchas en su VIII edición, dirigida por Aurelio Fernández-Cabrera. En el lado derecho del Altar Mayor, con las baterías encendidas, como si fuesen los momentos previos de la salida a la calle en la Procesión del Silencio, el paso titular de la Hermandad, obra del escultor de Fuentelespino de Moya, Luis Marco Pérez.
José Ramón, Fernando, Antonio y otros colaboradores nazarenos del Huerto, tenían todo preparado desde tempranas horas de la tarde.
Era un día especial para los nazarenos conquenses y sobre todo de quienes forman parte de la Hermandad organizadora que así colaboran y contribuyen al sentimiento cuaresmal de la ciudad. Un Concierto que la Banda de Música de Cuenca siempre prepara con exquisitez y cariño, como si las marchas procesionales ensayadas, ya tuvieran que oírse en la calle al día siguiente o el mismo día. Lo dice Aurelio Fernández- Cabrera, su director: “Hay un compromiso, no escrito, con la Hermandad para estas fechas y nosotros, lo cumplimos, haciendo además atrayente el programa de marchas que interpretamos en él…”
Mientras leo el Programa de mano del Concierto, el párroco de San Esteban, Antonio Carbajo, nos daba la bienvenida a los presentes y, en su alocución, pedía “el sentir los sonidos de los instrumentos musicales, en clave de plegaria nazarena, al Señor del Huerto y de la Esperanza…”.
Al acabar, el turno de la palabra lo tomaba José Ramón Gómez, miembro de la Junta Directiva que en su papel de presentador puntualizaba: ‘La Semana Santa está ahí, a la vuelta de la esquina; es la de Cuenca, la ‘nuestra’ y la ‘suya’ también, y en la Hermandad queremos que se escuchen sus ‘sonidos’, los que cada año nos trae ‘nuestra’ banda, las marchas procesionales que músicos conquenses han compuesto para ella. Llegó pues el momento deseado…’.
El Concierto reunía diez marchas procesionales que sonaron con el siguiente orden. Primero, “Cuenca Santa”, obra de Francisco J. Gil, finalista del Concurso Nacional de Marchas Procesionales celebrado en nuestra ciudad en fechas pasadas.
La participación de compositores conquenses se inició bajo la batuta de Julián López Calvo para escuchar la marcha, por él compuesta y estrenada en 1978, “La Oración del Huerto”. Está dedicada a la Hermandad organizadora, e hizo sentir a los asistentes, y sobre todo a quienes fueron en su día banceros, el caminar del paso por las calles de la ciudad con su característico modo, si sereno o vibrante, siempre sintiendo no solo el peso de las imágenes titulares sino, también, la escena representada en el Huerto de los Olivos.
La tercera marcha del Programa presentada fue ‘El Cristo de la Presentación’ de Abel Moreno, que nos acercó a la musicalidad andaluza. Melodiosa, pausada, evocadora, intensa.
A continuación, escuchamos la marcha procesional ‘Malco’, obra de otro conquense, Pedro José García Hidalgo, que dispuso de la dirección de la banda ofreciéndonos su visión del momento en el que, Pedro, corta la oreja a Malco. Dedicada a la Hermandad de San Pedro Apóstol, define con sus sonidos el lento y marcial a la vez descender del paso de San Pedro, calles abajo, hacia la moderna ciudad dominando los banceros el balanceo del peso bajo los hombros, mientras las horquillas baten las piedras de las calles con su espasmo sonoro. ¡Qué trágicas suenan, cuando bien se baten!
Nueva marcha y nuevo relevo en la dirección de los músicos de la Banda. La batuta era tomada por José López Calvo, turno para su obra ‘Por un turbo’ que él quiso dedicar a su amigo José María Muro, inolvidable viejo turbo y a otros que, como él, rezaron con sus clarines y tambores al Jesús de las Seis. La calidad expresiva de su dirección elevó la intensidad del Concierto; los aplausos sonaron fuertes para él y para los músicos, como antes lo hicieran para sus paisanos compositores. Una marcha procesional, donde la figura del turbo se representa en las notas de la partitura y donde, igualmente, se manifiestan los sonidos de tambores y palillos que en ella se producen y que, magistralmente, son introducidos por el autor en la marcha procesional.
Os diré, que el público presente se entregaba a la terminación de cada marcha procesional con cálidos aplausos. La evocación en la Iglesia era total, sin murmullos, sólo silencio y admiración. Y más de un nazareno dejaba entrever su rostro emocionado mientras pensaba en los días de la Semana Santa.
‘España llora’ de Alejandro Contreras, fue la marcha escuchada después, inmersa en un clima místico y solemne, y una delicada melodía final que se hace más íntima con la entrada de la flauta.
Después, escuchamos ‘Lienzo sagrado’, una de las obras ganadoras del Concurso Nacional de Marchas Procesionales, compuesta por Juan Carlos Aguilar, miembro de la Hermandad y músico de la Banda de Música de Cuenca. Sonidos cálidos y armónicos, como apoyo al pausado caminar de las imágenes representativas de la semana santa conquense en los que, el desfile procesional, se hace suave y medido, a veces, mientras en otros, es de enorme fuerza, como cuando el paso se balancea hombro arriba y abajo en las procesiones conquenses.
Álgidos instantes se producían en la iglesia para degustar otra novedad, en este caso, la marcha procesional, ‘Las cruces de La Merced’, que oiremos este año por las calles de Cuenca, obra de Aurelio Fernández-Cabrera, el director de la Banda de Música, que compartió honores de ganador en el Concurso Nacional; la melodía te va llevando calle arriba o abajo con la procesión hacia el destino fijado de antemano, siempre presidiendo las cruces de la ciudad.
Y qué decir sobre dos marchas procesionales de impacto en la Semana Santa conquense con las que terminaba el Concierto: ‘San Juan’, de Nicolás Cabañas, y Nuestro Padre Jesús de Emilio Cebrián.
Acabadas las interpretaciones, daba la impresión de que los abrazos de los cinco compositores conquenses, y el largo aplauso final de las personas que se encontraban en la Iglesia, anunciaban la terminación del acto. No era así. Sin preparación alguna, la Iglesia se llenó del eco popular del Miserere de Pradas. José Ramón Gómez pidió al público presente se uniera con su voz, a las notas de PERDÓN que los instrumentos de la banda nos hacían llegar. Y el recurso se hizo realidad. Voces y músicas se elevaron en plegaria hacia Jesús, el Nazareno, pidiéndole aquello que se solicitaba, su PERDÓN.
‘Miserere mei, Deus
secundum magnam
misericordiam tuam’ (bis)
‘Et Secundum multitudinem
miserationum tuarum
dele iniquitatem meam’ (bis)
Y yo recordaba entonces otras estrofas de la poesía:
«Su eco llegaba de la tierra al cielo,
del corazón del hijo al Padre,
del amor de Dios a Tí…, a Mí.»
La Semana Santa de Cuenca, comenzaba a desfilar, la iglesia iba quedando vacía, todo era recogido y la mirada de los nazarenos del Huerto, dejaba lágrimas de despedida para su paso titular, que poco a poco iba apagando su luz.