A Luis Enrique Buendía no hace falta presentarlo pero lo haremos. Se licenció en Educación Física, aportó su trabajo en donde hiciera falta y quizás, por eso, creó de la nada hace 38 años la Carrera del Pavo llenando de color y de buenos augurios las calles de Cuenca cada 31 de diciembre.
Al margen de eso, casi anecdótico, Enrique ha creado escuela en lo que, para nosotros, es su pasión: el folclore y la antropología conquense siendo, en estos momentos presidente de la Asociación Cultural Olcades de la que depende el grupo Voces y Esparto.
Pregonero de nuestra Semana Santa en el año 2001, Enrique Buendía, con grabadora y cámara, se zambulló de lleno en las fiestas populares de nuestros pueblos a mediados de los años 80 siendo, fruto de ello, su libro “Diario íntimo de un buscador de fiestas”, imprescindible para los amantes de tradiciones populares. Raro es el pueblo en el que Enrique no haya estado dejando en él su firma aunque, los que le conocemos, sabemos que cuando está, lo que quiere y desea es pasar desapercibido.
Hoy, festividad de San Sebastián, comienza una colaboración en Informaciones de Cuenca que con el título El rincón de Enrique Buendía, versará, cómo no, sobre artes y tradiciones populares en la provincia de Cuenca. Así que, con nuestro agradecimiento, aquí va la primera entrega. Un reportaje del año 2006.
El Rincón de Enrique Buendía
En Campillos Paravientos se volvió a ver “saltar el grillo” el día de San Sebastián
Finales de enero del 2006 en una mañana de niebla densa, en el día de San Sebastián, mientras conduzco hacia la localidad de Campillos Paravientos para vivir, junto a los campillanos, la celebración patronal. Me espera allí Pedro Juan que es un buen amigo y que me ha aportado datos y vivencias de esta festividad, algunas excepcionalmente muy curiosas y, otras, relativas a la religiosidad y creencias del vecindario relacionadas con la romería que con la imagen del Santo Patrón se produce al lugar donde existe una especie de albergue.
– “Primero tenemos Misa, y luego Romería con el Santo al paraje que se conoce como La Mesilla…”, me comenta Pedro Juan.
La campana del templo ha ejercido su atractivo sonido llamando a los fieles a la Misa, en la que el predicador nos ha hablado de la importancia del santo soldado mártir en el ejemplo dado por su fortaleza ante quien quería que dejara su fe cristiana.
Nada más finalizar la ceremonia religiosa, la procesión romera ha comenzado. El registro sonoro de los vecinos rezando el Rosario, cantado de forma singular junto a los ¡vivas! a San Sebastián dados por los participantes, han llenado los minutos del continuado caminar hasta el lugar de La Mesilla.
Una mirada sobre el valle y los montes cercanos animaban este día romero avisando para el mediodía de la presencia del sol, que igualmente quería sumarse al encuentro con la costumbre y el fervor del pueblo campillano. Miembros de las familias participantes en el acompañamiento a la imagen de San Sebastián, ya hacía tiempo que esperaban, junto al albergue citado, preparando y, en algún caso, teniendo o casi a punto de asado las viandas llevadas para la comida romera.
Dejada la imagen patronal sobre un templete construido para la ocasión, apenas dos años atrás, nos hemos arremolinado en un espacio cercano y hemos hecho hueco en el lugar para que se extendiera sobre él una sábana blanca limpia. La expectación ha subido enteros, todo el mundo ha buscado acomodo para satisfacer su curiosidad sobre lo que podría o no ocurrir, y del ruido hemos pasado a un silencio cortante… Yo, la verdad, me he unido a esta espera que momentos más tarde se ha consumado porque, hasta el hueco que la sabana ha cubierto, se ha acercado Miguel Ángel, el párroco, y ha bendecido el citado lienzo. Y mientras el hisopo dejaba caer sus gotas de agua en la blanca tela, una multitud de puntitos negros han aparecido sobre ella.
“Son animalitos, a manera de mosquitos o pulguitas, que han venido para cumplir con la tradición como lo hacen todos los años…”, me dicen. Me afirma Pedro Juan, que esta concurrencia de ‘grilletes’ aquí tiene un positivo y reconocido significado como un buen año para el vecindario, y también lo será en principio para el párroco, porque si estos grilletes no hubieran aparecido, no lo hubiera pasado bien el citado sacerdote.
Después, en apenas unos minutos, las lumbres y las parrillas han recobrado su protagonismo aunque, antes, ha habido bendición de la caridad de San Sebastián, caridad hecha a base de barras pequeñas de pan, sardinas saladas de las que llaman ‘civilonas’, huevos cocidos barnizados de naranja fuerte y también vino. Caridad que inmediatamente ha sido comenzada a entregar a los presentes que se acercaban al lugar donde ésta se repartía.
Las brasas, luego, han comenzado a ofrecer sus asados varios a los presentes. Todo tipo de carnes se han dispuesto para la comida en la que, el buen humor y la charla entre los grupos formados, se ha visto muy animada en todo momento. No ha faltado tampoco la presencia de los sonidos del acordeón que ha puesto un tiempo de alegría musical tanto en el paraje de la Romería como, luego ya, en el pueblo, una vez que la imagen patronal ha vuelto a la iglesia parroquial.
Enrique Buendía