Más de una vez nos hemos preguntado por el contenido del Arca de plata donde nos dicen que están los restos del Santo Patrón de Cuenca. Estos restos nos hablan de la historia reciente de nuestra nación, que algunos intentan cambiar o crear otros hechos que les sean más favorables con la intención de confundir a las generaciones que vienen detrás.
¿Qué hay ciertamente dentro del arca? ¿Qué fue del cuerpo incorrupto de San Julián que tanta devoción despertó en reyes, clérigos y plebeyos a través de los siglos?
José María Rodríguez González
La historia de la humanidad parte del Pentateuco y entre estos cinco libros bíblicos, el Génesis. La historia de Caín y Abel (Gn. 4), vuelve a nuestros días, empeñados algunos, en cambiar los papeles, haciendo de Caín, Abel y de Abel, Caín.
“Yahveh dijo a Caín, ¿Por qué andas irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar”. Caín dijo a su hermano Abel: -Vamos fuera. Y cuando estaban en el campo, se lanzó Caín sobre su hermano Abel y lo mató. (Gn.4, 6-8).
El intentar cambiar los hechos con leyes, por muchos cambalaches que se pretendan es imposible, la verdad prevalecerá por encima, por muchas veces que se repita una mentira para convertirla en verdad. El testimonio está en cada aldea, pueblo o ciudad donde hay un “Rollo”, lugar y testimonio del sacrificio de inocentes que sufrieron la persecución dando su vida por sólo ser religiosos o simpatizantes de éstos. Para muestra un botón: “obispo Cruz Laplana Laguna”, dirigió la diócesis conquense desde 1926 a 1936. Fue fusilado cerca del pueblo de Villar de Olalla (Cuenca), junto a su mayordomo mosén Manuel Laplana, el 8 de agosto de 1936, y sus cuerpos abandonados en el paraje conocido con el nombre el Puente de la Sierra.
¿Qué tenían en contra del despojo incorrupto del Santo Patrón de Cuenca esta gente? El 28 de julio de 1936, fue asaltado por milicianos el palacio Episcopal y desvalijado junto con la Catedral, sólo se salvaran aquellos objetos y vasos sagrados que los vecinos pudieron retirar a tiempo del interior. El obispo junto con su secretario y su mayordomo fueron conducidos al Seminario que fue habilitado como cárcel.
Los milicianos después de profanar el cuerpo de San Julián, arrancaron la plata que cubría el arca y el cuerpo incorrupto, ya profanado, lo bajaron al jardín del Obispado donde lo quemaron.
Las cenizas que dejaron y treinta y siete trozos óseos fueron recogidos por el portero de Palacio, Manuel Torrero Lavisiera, quien los guardó debajo del colchón y en la mesita de noche. Finalizada la guerra los entregó al canónigo D. Pedro Lorente. Posteriormente fueron enviados a la Escuela de Medicina Legal para probar su autenticidad.
El 19 de octubre de 1945, con la asistencia de las autoridades civiles, militares y eclesiásticas, el Obispo de la Diócesis D. Inocencio Rodríguez, celebró un solemne Pontifical para mostrar al pueblo conquense los restos auténticos de San Julián.
El Canciller Secretario del Obispado D. Salvador Alonso leyó el decreto de autentificación de restos hallados en el mismo lugar donde fue incinerado el Sagrado Cuerpo. Teniendo en cuenta las declaraciones obtenidas de múltiples testigos, se deduce que treinta y siete, de entre los fragmentos óseos, recogidos junto con las cenizas, residuos de tejidos y varias monedas antiguas en el lugar que fue quemado, son y pertenecen a los restos de su santo cuerpo profanado. Teniendo en cuenta que dichas declaraciones han sido confirmadas por los peritos médico-legales Doctores Antonio Piga, Director de la Escuela de Medicina Legal de Madrid y D. Manuel de Petinto, Profesor Jefe de la Sección de Tanatología de Madrid, en su dictamen emitido el 22 de agosto de 1944 en el que afirma que los 37 fragmentos óseos recogidos, guardan gran semejanza con la reliquia auténtica de San Julián. La comisión de teólogos nombrada al efecto, y los Sres. Fiscal Diocesano y Juez Delegado para la práctica de los mismos según el vigente Código de Derecho Canónigo “Declararon reliquias auténticas y pertenecientes al cuerpo de nuestro glorioso San Julián los 37 fragmentos óseos, contenidos en la presente caja señalada con el Nº 1, sellada con ocho sellos de lacre, según fue entregada a este Obispado por la Escuela Médica Legal”.
Dichas reliquias fueron colocadas en una arqueta de plata, preparada al efecto, que fue cerrada y precintada con cintas de seda y sellada en lacre con sello de las armas episcopales en presencia del Cabildo Catedral y Canciller Mayor de esta Nuestra Curia, de todo lo cual se levantó acta.
En el año 1946 y en el lugar donde fueron profanados los restos de San Julián, la Diócesis levantó en desagravio un monumento en piedra con la figura del Patrón, dejando a sus pies la inscripción: “HIJOS MíOS, AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS”.
José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.