Nerea Fuentes pregona las fiestas de Las Majadas. «Los que nos hemos tenido que ir, lo hemos hecho con unos valores ligados al campo y a su forma de vida»
Eran poco más de las ocho de la tarde cuando, Cristian Sánchez, alcalde de Las Majadas, daba la bienvenida a la gente que se había congregado en la Plaza, bajo el enorme balcón del Ayuntamiento que, en el pasado, cobijara el horno de pan cocer al que los abuelos de Nerea, la abuela y bisabuela, visitaban cuando tocaba. Sobre todo en los días de la fiesta en los que, por obligación, había que hacer los sobaos.
Cristian, arropado por parte de la Corporación municipal, por Yolanda Rozalén, Coordinadora cultural de la Junta, Diego Yuste, alcalde de Tragacete y Diputado provincial y por José Luis Chamón, alcalde de Fuentenava de Jábaga, al tiempo que agradecía que todo el pueblo estuviera ahí, se congratulaba de estar otro año más anunciando unas fiestas con doble filo: las del reencuentro y las de las ausencias cuando, citando – con la voz entrecortada- a los que han dejado un hueco inolvidable en el pueblo, añadía que “nuestro municipio, es este año más pobre porque nos habéis dejado, pero estoy seguro que, desde donde estéis, cerca de nuestra Señora la Virgen del Sagrario, seguro que perdurareis en nuestro recuerdo para siempre”.
El alcalde, tras los vivas de rigor a la Patrona, al pueblo y a España, dio paso a Nerea Fuentes, la pregonera. Un rayo de luz, nacido en Las Majadas, que alumbraba cosas increíbles en una escuela, la del pueblo, en la que tenía por maestra a Yolanda Rozalén y de ahí que, durante el pregón, hiciera falta más de un babero allí arriba, en el balcón, y en la tierra de todos, la de la plaza, donde a su abuela, Jesusa, se le movía nerviosamente la barbilla al igual que ocurría con su padres, Amparo y Alfonso, y con sus inseparables tías Susana y Rebeca.
Y es que la chica, Nerea, tras los días de escuela, estudió derecho y ciencias políticas en la Autónoma de Madrid, opositó a la judicatura, aprobó y, ahora, ejerce de jueza en el juzgado número 7 de Parla. Todo ello desde un lugar de la España desaprovechada.
“Cuando era pequeña, tenía la sensación de que la Nochevieja era una celebración innecesaria porque el año terminaba con el último día de la fiesta.
En septiembre había que volver al colegio y, el pueblo, se quedaba un poco huérfano mientras se preparaba para el duro Invierno.
Pasaba todo el año imaginando cómo iban a ser las fiestas y miraba con cierta envidia a los chicos más mayores porque podían quedarse en el baile más allá del primer descanso. Paradójicamente, ahora que puedo quedarme hasta el final, miro con envidia la cara de ilusión de los niños que saltan en la colchoneta, o corren delante del temido toro chustas. No puedo dejar de mencionarlo porque, su regreso, es una gran noticia” dijo Nerea nada más iniciar su pregón tras el agradecimiento a la Corporación por haber confiado en ella para tal honor. “De este modo, las fiestas en honor a la Virgen del Sagrario, marcaban el fin del año, el comienzo del siguiente y, a la vez, se convertían en el epicentro de la actividad social del verano porque la pregunta: “¿te quedas a la fiesta?” se repetía por todas las esquinas en cada saludo o despedida.
Nerea se refirió al tiempo como un concepto inventado, convencional. La forma en la que lo medimos y la importancia que le damos a lo que hacemos con él, también. “Ahora bien, cada año somos más conscientes del gran privilegio que implica poder disfrutar estos días rodeados de nuestros seres queridos. Porque se mida como se mida, el tiempo que tenemos es finito, se agota. Poder venir al pregón de la mano de tu abuela, poder tomar el aperitivo el día 8 de septiembre junto a tu familia y bailar hasta que el cuerpo aguante con tus amigos de toda la vida, son cosas que de pequeño dabas por hecho, pero que, con el tiempo, se convierten en acontecimientos mágicos, únicos e inigualables. No importa en qué año estemos ni qué año vaya después, solo queremos estar aquí y ahora, pellizcándonos mientras pensamos: “qué suerte”.
Estos días de fiesta, de reencuentros y de abrazos también son de emociones, de recuerdos que abren en canal el surco de las memorias cuando echamos de menos a los que se fueron y, en este caso, al recuerdo de su abuelo Ramón. “En estos días señalados, también echamos más de menos, si cabe, a los que nos faltan, especialmente a los que nos dejaron demasiado pronto, aunque uno nunca está preparado para ver morir a quien quiere. Este dolor por la ausencia significa que hubo y hay amor, por lo tanto, sentirlo es inevitable y hay que compaginar la alegría por la festividad, con la pena de la ausencia. Y, sobre todo, honrar la memoria de los que ya no están haciendo las cosas que a ellos les gustaban. El sábado yo iré a la plaza de toros con mi abuelo y bailaré la canción fiesta pagana con Yasmín. Seguro que vosotros también haréis algo similar con mucho cariño pensando en alguien.
Porque somos lo que somos por los que nos han dejado. Y porque, cada uno de nosotros, sin pretenderlo, estamos ya dejando un legado que otros mantendrán.
La pregonera, metida en faena, dijo que mediante las fiestas en honor a la Virgen del Sagrario, el pueblo de las Majadas no solo reivindica su legado y honra su pasado, sino que celebra su presente. Un presente que es posible gracias al trabajo y la dedicación de sus vecinos, especialmente aquellos que los 365 días del año residen y trabajan el campo, pastan sus animales, desarrollan las profesiones que aprendieron de sus progenitores y mantienen abiertos sus establecimientos y comercios. “En este punto, tengo que matizar el concepto del tiempo y su cómputo al que antes me he referido porque para la gente del campo todos los días son iguales y el año se divide en paridera – no paridera; saneamiento- no saneamiento; incendios – no incendios. Para aquellos que trabajan en comercios, sobre todo en los bares y restaurantes (qué lugares tan maravillosos) día festivo es sinónimo de más trabajo.
Porque el pueblo no es solo un lugar para venir a desconectar y divertirse, que también. En el pueblo de Las Majadas hay mucha vida, mucho esfuerzo y sacrificio de aquellos que emprenden un negocio con ilusión y los que lo mantienen pese a la adversidad. De los que trabajan el campo mientras hacen frente a las inclemencias meteorológicas. De Aquellos y aquellas que, pese al precio del pienso o la falta de paja, el frío o el calor, se levantan cada día a cuidar a su ganado. Y las que cuidan a las personas mayores que antes nos cuidaron a nosotros.
Nerea pisó tierra en la España vaciada cuando dijo que, en el pueblo, también hay oportunidades, menos y más difíciles de aprovechar por el contexto, pero existen. “Y los que nos hemos tenido que ir, lo hemos hecho con unos valores ligados al campo y a su forma de vida que, sin duda, nos han ayudado a alcanzar nuestros objetivos. Con cariño, paciencia y dedicación, hasta la meta que parece más lejana, se puede alcanzar.
Pero sobre todo, sobre todo, lo que hay en el pueblo es mucha belleza: las sábanas de margaritas que la Primavera dibuja en la Dehesa, el color burdeos del que se tiñen las manos tras coger moras, el olor del espliego y del tomillo cuando despunta el alba, y el de la resina; las formas que surgen del humo de las chimeneas en Invierno, Otoño, Primavera y dependiendo de cómo venga el año, hasta en Verano; el sonido de los cencerros por la Vereda; los cervatillos que intentan seguir a sus madres campo a través; los copos de nieve que parecen algodón, el sabor del tomate del huerto… Ya paro”.
Vamos a querernos y a tratarnos bien, con cariño, dijo para finalizar su pregón. Vamos a intentar conectar con la inocencia y la ilusión de la infancia y a valorar lo que tenemos con la madurez que dan las canas. “Nos esperan días apasionantes y, cuando terminen, empezará un nuevo año repleto de oportunidades para todos.
¡VIVA LA VIRGEN DEL SAGRARIO!
¡VIVA EL PUEBLO DE LAS MAJADAS!
Los aplausos casi apagaron el estampido de los cohetes. Aplausos que continuaron cuando, el alcalde, Cristian, le entregaba el ramo de flores y un recuerdo, hecho con madera de pino, en el que habían plasmado las iniciales RF que, a poca imaginación que uno tenga, son las iniciales de su abuelo Ramón Fuentes, el que fuera marido de la Jesusa, padre de Ana, Alfonso, Susana y Rebeca y, por ende, abuelo de Nerea con el que estará en los toros, mañana sábado, y bailará la canción fiesta pagana con Yasmín.
Nerea Fuentes: «el pueblo es esfuerzo, dedicación, trabajo y amor incondicional. Son los valores que me empujan y me devuelven a la vida diaria».
Va a ser que sí.