“Que es Semana Santa en Cuenca y Cuenca es en Semana Santa”. Con esta sintética frase, una de tantas para quedarse en el recuerdo de un Pregón absolutamente maravilloso e inolvidable, dejó definida para la historia la perfecta simbiosis entre Cuenca y su Semana Santa el periodista, poeta y nazareno Juan Ignacio Cantero, a la sazón Pregonero de la Semana Santa de Cuenca de 2025.
Ante un auditorio a rebosar y completamente entregado que aplaudió hasta en 16 ocasiones las palabras del Pregonero durante su discurso, y le otorgó una no menos larga ovación final, Cantero pronunció una exquisita oda de exaltación a Cuenca y su Semana de Pasión, trufada de vivencias y recuerdos nazarenos en la medida justa, cuajada de referencias deportivas, taurinas, musicales, cinematográficas, literarias y por supuesto nazarenas, original y magistralmente estructurada en la forma, con un fondo profundamente reivindicativo, valiente y certero.
El Pregón de Juan Ignacio, muy esperado, convenció – y enamoró – al Auditorio ya desde el poema inicial, una carta de amor nazarena a la ciudad que es, por encima de todo, su patria y la nuestra. La de quienes llevamos la túnica cosida al alma. Tras el poema inicial, rezó el Pregonero un original Credo transfigurado a su manera para Cuenca en el que glosó todos y cada uno de los hitos de su historia en una profesión de fe conquense y nazarena. “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven Semana Santa a nosotros. Gloria a ti Cuenca. Ciudad nazarena, ciudad milagrosa, ciudad sagrada” concluyó tan inesperado Credo. El respetable se rompía las manos en cada párrafo.
“Si yo pudiera pedirle a Dios solamente una cosa, sería que parara el tiempo”, deseó desde el atril de Pregonero el nuestro, Juan Ignacio Cantero. Y deseamos los nazarenos con él que fuera cierto y ver, en fin, pararse el tiempo en ese Pregón que nació para ser eterno. En ese Pregón en el que exaltó el orgullo de Cuenca y de ser en ella semanasanteros, el orgullo de a ella pertenecerle. Pues ella, como bien dijo, a nadie nunca pertenece.
“La Semana Santa no se descifra, se siente. Es un gen dominante que se transmite por herencia” expresó Cantero, para hablar de esa niñez nazarena que vive dentro de cada uno de nosotros – de la suya dejó algunas vivencias y recuerdos emocionados y una sentida dedicatoria a su padre, maestro del Pregonero en esto de ser nazareno – y que se expresa mejor que nunca cuando soñamos con aquello que querríamos ser de mayores: “A todos nos han preguntado alguna vez qué queríamos ser de mayores. Yo quería ser nazareno de la Semana Santa de Cuenca” aseguró, arrancando de nuevo el aplauso del respetable.
Y es que “en esta escuela nazarena que es la Semana Santa”, dijo Cantero, “el proceso de enseñanza-aprendizaje se hace llevadero. Nuestra Semana Santa es arte. Es música, es poesía, es matemática, plástica, geología, química… ¿Que no me creéis? Es la melodía de los corazones que palpitan dentro de este pentagrama orográfico e histórico. Es los versos de sus calles rimando consonantemente con la belleza de las imágenes. Es la perfecta ecuación de tradición y cultura que despeja la X de la fe. Es la idónea mezcla de colores en la paleta del entorno natural que dibujan un cuadro abstracto en este lienzo infinito. Es el sentimiento nazareno kárstico que va adquiriendo forma con el desgaste del tiempo. Es el soluto de procesiones en el disolvente urbano de Cuenca que da forma a esta mezcla homogénea que es la Semana Santa. Y en cada desfile se aprende algo nuevo. En Cuenca, no procesionarás sin saber al menos una cosa más y a cada nuevo quite se toma la alternativa” aseguró, provocando las sonrisas en el Auditorio por el inesperado quiebro taurino.
Comparó Cantero a la Cuenca Nazarena con un albero en el que recibimos los nazarenos a puerta gayola, sabemos más por nazarenos que por oro y soñamos con salir por la puerta grande. Dio mil y una razones para cargarse de razón al afirmar que nos conoce, a todos y cada uno de los que como él sentimos porque es, como él mismo dijo, uno de nosotros, nada más (y nada menos). “Sé todo esto porque, en verdad y aunque no lo creáis, os conozco a todos. Porque la misma sangre corre por nuestras venas. Porque somos hermanos en la fe e hijos de Cuenca. Y porque la Semana Santa conquense, con sus más de 50.000 formas de vivirla, se siente nuestra como una sola” recitó con soltura, buen timbre y ritmo compensado en todo el Pregón. Acertado, bien llevado y certero.
Como periodista que conoce bien su oficio, transformó en este punto su Pregón en pura crónica y se hizo, en voz alta, las seis preguntas que todo periodista se hace ante el hecho noticiable (las seis Ws, que dirían los anglosajones). Se preguntó Cantero qué es la Semana Santa, quién la hace, cuándo, dónde y cómo es la Semana Santa; y terminó preguntándose por qué, para responderse: “Porque es tan necesaria que se respira, que se bebe, que se asimila. Porque es familia, tradición, fe o ¿qué sé yo…? Es una forma de vida. Que traspasa fronteras, que mueve montañas, que conecta los vasos sanguíneos del sistema circulatorio nazareno en el corazón de Castilla, pero con transfusiones que la hacen siempre viva, siempre nueva, siempre distinta”.
Fue su Pregón una suerte de cosmovisión nazarena en la que puso a Cuenca en el centro del Universo y por la que nos describió “conectados con todo y con todos” en esta “semana que pone el mundo patas arriba”. Y lo hizo, para que no sintamos los conquenses la tentación de creernos menos que nadie. Y, por si tenemos la tentación de no creerlo, hemos de saber que “hay un costalero en lo más profundo de San Andrés y un Guadalquivir que presta sus aguas para un Descendimiento entre meandros de Escardillo. Hay una saeta que se entona frente a un palacio donde va en lista el bancero para ser diputado. Hay una madrugá que ha ganado el participio en su rumbo al Calvario conquense, y un himno en Cuenca que es jienense, y que pide resolí sobre las notas de una alegre pajarera. Maneras de entenderla. Maneras de sentirla. Maneras de vivir”.
Perlado de analogías, comparó el Pregonero en su texto a Cuenca y su Semana Santa con el mundo taurino, con el futbolístico y deportivo, con el primer amor y el amor verdadero. Porque “el amor es una mirada que atraviesa los arcos del Ayuntamiento. Un abrazo que sostiene la voluntad sinuosa en las curvas de la Audiencia. El amor golpea las puertas de San Andrés y cuando se abren, no hay vuelta atrás. Es para siempre”.
Hubo también referencia a esa forma tan nuestra que tenemos los nazarenos de Cuenca de medir el tiempo. “En el calendario conquense, las semanas duran lo que tarda un año en pasar. Cuenca tacha segundos de un reloj eterno y en los días de la Pasión, el cronómetro se para. Las calles relatan una historia con final inacabado que todos presumen saber, pero que cada año se reclama volver a contar. ¿A qué huele el primer cirio que se prende? ¿A qué sabe el primer resoli de cuaresma? ¿Qué se vislumbra cuando en La Majestad ya están las tres cruces puestas? ¿A qué suena una marcha en el frío de enero? ¿Qué escalofrío recorre el espinazo en una puesta de andas? Conquenses, ¿lo estáis notando? Que aquí hay procesiones hasta en las palabras” evocó el Pregonero.
En su Pregón, profundamente literario y muy trabajado, en la forma y en el fondo, aludió Juan Ignacio Cantero a lo exigente del recorrido procesional con el bancero, oficio que conoce bien: “Y es que al cielo… se va por las curvas de la Audiencia y el paraíso se encuentra en la Plaza Mayor. El camino hacia la gloria requiere de sufrimiento, de poner el hombro, de salvar desniveles. Entonces, se alcanza la eternidad”.
No faltó un recorrido por todas las procesiones y todos los pasos de nuestra Semana Santa, pero eso sí: breve, bien tejido de poesía y de recuerdos. Un recorrido en el que cada palabra, escogida con mimo, tuvo el sentido que el Pregonero quiso. Un recorrido que hasta corto se hizo. “La Semana Santa conquense nunca muere. Sus nazarenos la mantienen sana y salva. Qué pronto se cuenta y qué rápido pasa. Qué premura el reloj cuando entona el Miserere Mangana. Qué momentos, qué recuerdos, qué sueños… y después todo, y después nada… Reserva y espera resignada”, pronunció.
Y en el Pregón, que fue valiente desde el principio y rompedor en la forma, hubo espacio para reivindicar el orgullo de ser conquenses y nazarenos. Para reclamar el paso a los jóvenes a los puestos de responsabilidad de las hermandades: “Dejad paso a los jóvenes, abrid las puertas a las nuevas ideas. Que el futuro ya es hoy y mañana, será tarde para corregirla y rehacerla. Que entren en las juntas, y lo harán en las iglesias”, dijo. Para afear su comportamiento a aquellos que pretenden dañar nuestra Semana Santa y para defenderla a capa y espada frente a quienes pretenden quitárnosla, ya sean conquenses, ya sean ajenos. Se refirió el Pregonero a ese cainismo conquense tan nuestro, a esa costumbre nuestra de ver solo la paja en ojos ajenos.
Aseguró, convencido, que quien no tiene fe la tendría si viviera la Semana Santa en Cuenca, si viviera en Cuenca en Semana Santa. Destacó el sentimiento de hermandad que, pese a todo y pese a todos, llevamos a gala en Cuenca por encima de todas las cosas y que se traduce en una forma concreta de ser en nuestro día a día que solo los nazarenos entendemos. Y tuvo también palabras para aquellos que desfilan ya con el Señor en Procesión Eterna, con especial referencia a Carmen Mozo y a Pepe de Julián, su abuelo.
“Procesionad conquenses, procesionad hasta el fin de los tiempos. En estas épocas de celeridad. De relojes raudos y almanaques líquidos. En estas épocas de tradiciones lejanas, diluidas en la innovación, la modernidad y la obsolescencia programada. En estas épocas en que la corrección política nos ha deshumanizado, hasta hacernos más autocensurables y menos libres. En estas épocas… un pequeño reducto de indomables conquenses, resisten la carga imperialista de un mundo global, que lo conquista y somete todo, menos lo que ya está conquistado y sometido. Con lo que no contaba el imperio globalizado, es que en Cuenca hay pociones mágicas, y resistencias tan duras, que han soportado la gravedad y el paso del tiempo. Y hay turbas que rezan de la forma más políticamente incorrecta, haciendo de la burla plegaria, y de lo popular, divino. Eso es lo nuestro y es lo que somos y siempre seremos” defendió, en uno de los momentos más aplaudidos de la noche.
Como en una conjura con el respetable, entregado ya desde el primer momento, pidió en las postrimerías de su Pregón Juan Ignacio Cantero hacer, juntos, una promesa: “Que nunca la dejaremos caer y que siempre será Semana Santa en nuestra tierra. Hoy hagamos de la verdad un templo, y de la devoción bandera. Para que el compromiso sea vivirla, y abandonarla, una condena. Si no es de todos, no será de nadie. Semana Santa de Cuenca”.
Y, tras declararle una vez más su amor a Cuenca y su Semana Santa en un poema de corte bélico, al modo de las epopeyas antiguas y en la línea de sus preferencias cinematográficas, Juan Ignacio Cantero concluyó como había empezado: brillante, literario, conquense… y nazareno. “Pese a que ahora todo sea distinto, será igual que siempre. Serán las emociones diferentes, provocadas por las mismas imágenes. Serán otros los momentos, en el discurrir por las mismas calles. Será lo de toda la vida y en cambio, serán nuevas todas las cosas. Ahí la tenéis conquenses. Salid a por ella. Y a procesionar, que son siete días… Echemos la vista al frente hacia un futuro prometedor que empieza en esta semana. Todos a vivirla, todos a amarla, a respetarla, cuidarla… en estos tiempos y en el resto de los tiempos. Y aunque la muerte me alcance, pregonaré a los cuatro vientos que solo es el principio, y que las primeras palabras que se pronuncien en el nuevo mundo nazcan de mi garganta en un templo roto, destruido, pero nunca doblegado. De este Auditorio al mundo entero, de Cuenca a Jerusalén y al cielo. Cuando San Andrés haya cerrado, no busquéis Semana Santa en el sepulcro. Creedme, habrá resucitado. Y es que al final, tan solo nos quedan los principios… Gloria a Cuenca y al nazareno que vive en sus brazos. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos… Será Semana Santa en Cuenca. Será como siempre. Será… como nunca. Muchas gracias y mucha Semana Santa”.
Otros detalles del acto
El del Pregón contó con la asistencia del obispo de la Diócesis, monseñor José María Yanguas; de la Comisión Ejecutiva y Junta de Diputación de la Junta de Cofradías en pleno; del alcalde de la ciudad, Darío Dolz; el consejero de Cultura, Educación y Deportes, Amador Pastor; la delegada de la Junta en Cuenca, M.ª Ángeles López; la diputada de Cultura, M.ª Ángeles Martínez, entre otras autoridades.
El acto, conducido por la directora de Comunicación de la Junta de Cofradías, Berta López, abrió con la actuación del Coro del Conservatorio, dirigido por Jesús Mercado, y continuó con la actuación de la Banda de Música de Cuenca, co-dirigida por Jesús Mercado (en la primera marcha) y Miriam Castellanos (durante el resto de la actuación).