El lugar al que me refiero, la “Ermita de San Isidro”, es bien conocido por los vecinos de la ciudad y, sobre todo, por los componentes de la Hermandad que aquí tiene su sede y que a él se le dedica como patrón de los labradores. Aquí, los hortelanos del Huécar formalizaron la construcción de un edificio que tendría una pequeña iglesia para el culto al patrón y un cementerio para el descanso eterno de los hermanos, además de las necesarias dependencias para el funcionamiento de la Hermandad. Todo ello sobre un espléndido y atractivo mirador sobre el otro río de la ciudad, el Júcar.
El Rincón de Enrique Buendía
Allí me encontraba la tarde noche del 14 de mayo. Una pira de leña se iba acomodando al lado de la fuente central; también los encargados de entregar y vender los rollos de caridad se iban preparando…
– “Esperamos la presencia de muchos miembros de la hermandad, para recoger sus rollos, pagar sus cuotas…, visitar a familiares fallecidos…, algunos se quedarán para cenar…”
Prendida la leña cerca de una bomba de agua dispuesta por el cuerpo de bomberos de la ciudad, sería con el paso del tiempo como se fueron formando las ascuas necesarias para, posteriormente, ser usadas en porciones y servir a los grupos de devotos para cocinar los alimentos que, para el caso habían traído, entre los que no faltaban las carnes de matazón, cordero u otras, así como tampoco las típicas sardinas.
– “Son instantes en los que se nos mezcla el recuerdo y el presente; la celebración de la vida con la purificación del espíritu; la cercanía a los fallecidos de la Hermandad, depositados en el pequeño cementerio cercano, y la convivencia que genera la amistad y deseos de agradar entre los pertenecientes a la Hermandad”.
La noche fue pasando entre la preparación y degustación de los alimentos, la charla y los comentarios sobre los aconteceres políticos y deportivos de la ciudad, el funcionamiento de la Hermandad y otras cuestiones. No faltaba quien encontraba la ocasión para comprar el rico rollo del santo, muestra de lo que antiguamente era la ‘caridad’ que se repartía a los necesitados y que hoy queda como detalle y recuerdo, muy solicitado, sobre todo, para los miembros componentes de esta Hermandad de San Isidro de Arriba.
Hablé con Mari Carmen Huerta y Pepillo, uno de los muchos matrimonios que cumplen con esta tradición de venir en las Vísperas a este espacio acogedor, en el frescor de la noche. Mari Carmen me contaba, que a ella la traían sus padres:
– “Mi ‘Payete’ nos traía cada año a la Ermita y aquí, había tiempo para jugar con otros niños, mientras los mayores charlaban y disfrutaban en comunidad de las viandas que cada familia aportaba procedente de las huertas o de la matanza pasada…”
Y aquí siguen manteniendo esta costumbre y devoción heredada, reuniendo en torno a la hoguera de las vísperas de San Isidro a sus hijas, yernos y nietos, además de un numeroso grupo de amigos y conocidos.
El interior de la Ermita se hacía eco de las visitas particulares de visitantes y hermanos a los pies del Santo Labrador, que se volvieron masivas con la presencia del Grupo ‘Pulso y Púa’ quienes ofrecieron una muestra de su repertorio de cantos de ronda, algunos temas del compositor y músico Luis Castillo, además del Mayo dedicado a San Isidro, todos ellos muy aplaudidos. Tampoco faltó a la cita de estas vísperas la Tuna Universitaria de Magisterio, siempre alegre su escucha, correspondido como el grupo anterior con fuertes aplausos cada tema interpretado.
– “Porque lo merecen pues sus canciones nos suenan a gloria, casi como rezos de amor al santo protector…”, me comentaban.
Y mientras todo esto pasaba…, la cena, los cánticos y las charlas alrededor de la lumbre, no faltaban quienes aprovechaban estos momentos para visitar los nichos del pequeño cementerio cercano, con total naturalidad.
La alegría de la noche era un presagio feliz para la fiesta del patrón, hoy ya, cumplida con misa y procesión, bendición de campos…