Dicen los cánones históricos que la música tradicional es parte de la seña de identidad de los pueblos. Pero también es cierto, que esta música parte de un folclore que identifica al costumbrismo cuando éste, siente los valores de esa cultura. Nos tendríamos que remontar a la mitad del siglo XX para entender esa nueva forma de evolucionar en el folclore popular, algo que parecía perdido a principios del mismo siglo. Esta música que algunos llaman música del renacimiento popular parece que quiere diferenciarse de la “de siempre”, de esa que cantaban nuestros abuelos y que aprendieron a seguir en el mundo rural. Y esa diferencia lo ha generado lo que se llaman géneros de fusión como el folck rock, o el folk metal, o esa folk music que llaman los americanos.
De una u otra manera, el Grupo Torcas es el que mejor sabe definir la tradición con el ajuste a la modernidad del folclore. Una veintena de componentes, de diferentes edades –madurez en todos los sentidos-, hombres por eso de que ahí puede estar el sentimiento común, músicos en gran parte, vocalistas en la mayoría y sin más razón que entretener su generosidad, esa misma que ofrecen al que escucha como equilibrio con el que practica, dan vida a este grupo que ha cumplido diez años.
Cumplir, pero cumplir con dignidad, honestidad y grandeza es lo que les ha definido en ese espectáculo que este viernes pasado ofrecieron en el Aula Magna de la Facultad de Bellas Artes del campus universitario de Castilla la Mancha, en Cuenca, ante un salón abarrotado, entusiasmado y ofrecido ante la muestra musical extraordinaria que nos supieron ofrecer.
Los términos de música folclórica, canción folclórica y adaptación musical al tiempo conformaron un festival de “alto standig”, cuando sus componentes supieron dar a cada momento, el toque de distinción necesario para readaptar o adaptar composiciones, tanto locales, como de la región insular de esas Canarias cuyo lazo ha creado un sentimiento de peso afectivo. Y si cabe, la imagen, esa que Vicente –bar Medieval- ha sabido captar con maestría –bajo el prisma de un dron y su indiscutible talento- dando vida a un cúmulo de ensoñaciones bajo el rincón, el edificio, la hoz, la catedral, Mangana, la roca, el agua, la sintonía del espacio, la luz de una Cuenca infinita; todo en un todo.
Ese proceso evolutivo de transmisión oral, en esa creación y remodelación de la música como procesos culturales en esa expresión artística como forma de vida, lo mismo que decía Scholes, Cecil Sharp o Béla Barlok, comprendiendo esos siete tipos universales: primitivo, tribal, élite, arte, folclore, popular y sentimiento.
Ver al Grupo Torcas en el escenario, orden modélico, reajustando los tiempos, y apreciar la simbiosis entre los invitados como Javier Pelayo, Lara o Mari Luz Abanades, sin que perdieran ese ápice de gestión, talento o estrado, es siempre tan agradecido como sentir su inclusión en el mundo musical conquense, tan popular como expresivo, y entendiendo que tal como se hizo en aquellos años 50, 60 y 70 cuando el interés o revival por la música folclórica surgiese.
Sin duda, Torcas es el modelo de la llamada música folclórica contemporánea, esa misma que comparte en esencia la estética (y también los escenarios) con la música más tradicional, alineándose en muchos aspectos (como las vías de difusión y comercialización, o el tratamiento de los aportes de autor) con esa moderna música popular que intenta, ahora, definir lo de siempre. Ellos han sabido adecuar sus conocimientos, poniendo en valor la creación con la adaptación, ejerciendo esa función social determinada de evitar la pérdida, reafirmar el engranaje de una popular realidad, sin perder esa visión “auténtica” que le sigue definiendo también como música culta.
Veinte componentes con guitarra, flauta, acordeón, bajo, bandurria, laúd, timbales, cajón, elementos acústicos, tenores, barítonos, solistas, presentadores, timple canario y esas maravillosas voces que supieron adecuar un concierto de excelencia, ofrecido para todos, público fiel, seguidor y entregado, a quienes dedicaron sus diez años de andadura, con altas y bajas entre sus componentes, con incorporaciones que han elevado el talento general y un con deseo: agradar y hacer música, lo que es su vocación personal y eterna.
La Universidad de Castilla La Mancha permitió que en ese excelente salón hubiera melodía ambiental; la Junta de Comunidades, el arrope ante la profesionalidad de su tarea; el Ayuntamiento compartiendo excelencia, y un número importante de seguidores, volcados, hacia quienes dedicaron su repertorio, demostrando que además de ser grande músicos, son “excelentes personas”. Enhorabuena por esos diez emotivos y exitosos años, Grupo Torcas.
Por Miguel Romero Saiz