
Ana Martínez López, Ana, la castañera, es de Cuenca y vive en el Barrio de la Paz. El mismo que, hace un año, colgaba pancartas en sus balcones con letreros en los que podía leerse “La Paz no se rinde” o “Por un barrio digno” reivindicando una acción por parte del Ayuntamiento en los accesos, aceras, vías y demás mobiliario urbano.
Ana lleva 9 años trabajando en la empresa riojana, el Castañero, que comenzó su andadura en el año 1982 con el objetivo de ofrecer castañas frescas, sanas y nutritivas lo más cerca posible del consumidor “por lo que nos ubicamos en lugares de elevada frecuencia de tránsito de peatones, a fin de facilitar su adquisición de manera cercana, cotidiana y siempre, ¡recién asadas!”, dice Ana en esta Carretería que, aunque peatonal, los viandantes se pueden contar con los dedos de una mano.

Y siempre, en esta esquina en donde, hace años, se ubicaba Banesto teniendo por vecino, frente a frente, el recordado As de Bastos aunque siguiendo con los recuerdos, no olvidemos que hace 10 años la empresa tenía un puesto un poco más arriba. Justo en donde termina la acera y empieza el paso de peatones para cruzar la calle que une a José Cobo con Aguirre finalizando, ya, el parque de la Plaza de la Hispanidad.

Desde Alesón llegan las castañas recién cogidas para que, una vez revisadas por Ana, vayan a parar a la bandeja y, en ella, una vez picadas, al horno alimentado por butano que se esconde en lo que es la parte frontal de la máquina de un tren en miniatura. “Y así, con mucha paciencia y con mucho cariño y amor, sacamos las castañas que servimos en esas prácticas bolsas de doble boca con dos compartimentos, diseñadas para desechar las cáscaras sin ensuciar el entorno”, comenta Ana que, como todas las vendedoras, viste el típico delantal y el característico sombrero.
“El público es de todo tipo. Tengo de todo porque en Cuenca todos somos muy castañeros. Yo creo que viene de tradición. De la que pusieron de moda los hermanos Velasco a finales de los años 50 y en los 60 con su maquinita del tren, en la esquina de Galerías Cuenca”.
Ana, su máquina del tren, el olorcillo cuando te aproximas al puesto de castañas asadas, es sinónimo de invierno pero, también, anuncia navidades “y frío”, dice Ana. “Es que si no estoy yo, no llega el frío y, si no llega el frío, ¿Quién va a comprar castañas calientes?, y ¿Quién se va a calentar las manos con ellas”…?
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