Dos conquenses en el Sáhara. En la séptima etapa nos encontramos con Fogaras y nieve
Del hotel Xaluca, nos hemos dirigido al pueblo de Erfoud en donde hemos recogido el coche, el Range, que teníamos pinchado. Le han cambiado los dos neumáticos y, a las 10:30, hemos iniciado ruta hacia Jorf, por pistas, y hemos encontrado poblados nómadas, tuaregs, a cuyos habitantes les hemos entregado ropa y cosas que llevábamos: juguetes para los niños, golosinas, medicinas etc. La verdad es que, ver en las condiciones en las que viven, y contemplar a esta gente que te mira, siempre, con una sonrisa en la cara, pues es muy gratificante. Salvando las distancias, recuerda la vida trashumante conquense de finales de los años cincuenta, o de los sesenta, cuando los pastores recorrían a pie los veintitrés días de marcha con lo puesto y la manta de Priego. Los pastores y el hatero. En el caso de Jorf, son familias enteras.
De Jorf, hemos iniciado marcha en dirección a Errachidia, por el valle del Ziz, que ha creado un palmeral impresionante. No solo eso, en la zona, en la enorme llanura desértica, nos ha sorprendido algo que, en los mapas topográficos, viene dibujado como una especie de cordón, confeccionado a base de miles de pequeños conos que, en la realidad, de cerca, son enormes pozos (Fogaras) construidos, hace más de mil años, para canalizar el agua y llevarla, bajo tierra, para poder regar sus cosechas.
Esquema de una Fogara
El pueblo bereber (amazighes), precisamente, siempre ha sido maestro en el arte de controlar, con precisión y eficiencia, la escasa agua disponible. Y es aquí donde entran en juego las fogaras, como se conocen en Marruecos los qanats o qnats de oriente medio. Elementos casi desconocidos en nuestra cultura, por innecesarios, pero que son utilizados desde hace más de 3000 años en la antigua Persia. Consisten básicamente en entramados de galerías y pozos consecutivos, a lo largo de un cauce oculto, o manantial, en los que por diferentes métodos, principalmente gravitatorios, hacen aflorar el agua a la superficie generando oasis llenos de vida donde abundan huertas y ganado que se acogen a la sombra de palmerales.
De Errachidia poco os podemos decir. Que es una ciudad militar que sirvió de base a la Legión Francesa y que surgió, a principios de siglo XX, formando un damero al más puro estilo militar. Tiene una gran cantidad de talleres y tiendas de repuesto para automóviles, ya que se trata de una ciudad estratégica a la hora de planear el camino hacia las primeras dunas de Erg Chebbi, que está situada a 1.010 metros de altitud en una zona árida a los pies del Atlas, que experimenta en otoño fuertes tormentas cuyas lluvias pueden, en pocos minutos, convertirse en inundaciones devastadoras y causar muchos daños materiales y que, como decimos, tiene valles incluidos en los oasis del sur marroquí, patrimonio de la humanidad, con abundancia de yacimientos geológicos y minerales con una gran riqueza humana, habitados por descendientes de varias tribus bereberes.
Después de comer, hemos partido en dirección a otro hotel Xaluca, de la misma cadena en el lago Aguelmane Sidi Ali o Lago Aguelman n´Sidi Alí. Un lago que se encuentra a una altitud de 2.100 metros. Aquí no hay ninguna población, no hay nada pero, este hotel, nos ha dejado impresionados porque está construido, en su totalidad, con madera de cedro. Hemos atravesado el Atlas de Errachidia, hasta el lago, alcanzando altitudes, como digo, de 2.100 metros en las que hemos visto nieve. Es un puerto de montaña que, en invierno, cuando nieve, será bastante difícil de atravesar.
Bueno, es de noche y no vemos nada más que lo impresionante que es este hotel. Ya os digo, construido de madera de cedro que huele a eso, a cedro, recordando el olor de las casas que tienen suelo o mobiliario de sabina.
Vídeos
El hotel de madera e cedro
Fogara en pleno desierto
Viajando hacia Errachidia. Pueblos medio aislados y niños saliendo a ver a los españoles
El guía, explicando la formación de lagos en el desierto
Las modernidades, lógicas, en el desierto: una gasolinera