Dos conquenses en el Sáhara, en Merzouga parece que hemos vuelto a la España de los sesenta
Tras pasar la noche en Nador, Luis Lapeña y Manuel Sanz, enrolados en un grupo de unos diez vehículos como podemos contemplar en uno de los vídeos, han dedicado la segunda jornada de su viaje a trasladarse hasta la ciudad de Merzouga, un pequeño pueblo en el sureste de Marruecos a unos 60 kilómetros de la frontera con Argelia. Es, para entendernos, el pueblo más famoso de Erg Chebbi. Un erg subsahariano muy apreciado por los turistas que visitan Marruecos que, por cierto, ocupó las noticias del mundo cuando, en el año 2006, Merzouga, en el desierto ya, sufrió devastadoras inundaciones producidas por el río Ziz desplazando a 1.200 personas y dando lugar a algunas muertes. Hoy, el Ziz, es un río que cuida millones de palmeras que ofrecen una serpenteante mancha verde que poco a poco muere según entra en el desierto argelino.
Hemos salido temprano, a las nueve de Nador, y después de 650 km nos encontramos ya en Merzouga que es ya pleno desierto, comenta Manuel Sanz nada más alojarse en el hotel.
Al lado de donde nos estamos alojando, están las dunas pero, bueno, el tránsito ha sido espectacular.
Sin duda alguna que, lo que más ha llamado la atención de Manuel, al ser su primer viaje a esas zonas de Marruecos, no así a Luis que es asiduo viajero aventurero por estos parajes, ha sido la pobreza y el atraso económico de las gentes: es que vuelves a aproximadamente más de 50 años atrás y, eso, me ha recordado a muchísimas escenas que he vivido en mi infancia. De repente, vuelves a ver burros por la calle como los veía de niño en Mota del Cuervo pero, eso, parece ser que se nos ha olvidado. Veo niños en bicicleta arrastrando fardos de no sé de qué, fardos de heno, de algunas hierbas y tal para llevar a casa, para los animales, para los pocos animales que tendrán que serán algún cordero o alguna cabra. Veo familias enteras metidas en una moto con un remolque. Cosas que se veían en España hace más de cincuenta años y, como uno ya tiene edad, pues no me ha parecido novedoso me ha parecido chocante porque ya se me había olvidado.
Con estos pensamientos en voz alta, no deja de mirar lo que ve al otro lado de la ventana: la nada del desierto y de la aridez que tiene un encanto especial. Hemos ido paralelos al río Ziz y sorprende un oasis, una corriente de palmeras y de vegetación en un contraste que es precioso, gente simpatiquísima, ¿los niños?, los niños te saludan por la calle y, acostumbrados ya, siempre van buscando el regalo con una mirada limpia, una sonrisa hacia tí, cosas que ya no tenemos nosotros desgraciadamente.
Digo que siempre van buscando el regalo porque, desde el primer viaje, Luis Lapeña no se olvida de estas gentes a las que les trae, viaje a viaje, zapatos, ropa, pasta dentífrica, cuadernos, crema para la cara, para protegerse del sol, cualquier cosa, para ellos, les parece un regalo que les cae del cielo, comenta Manuel mientras Luis, más aventurero y conductor, pone el punto de mira en la jornada que comienza hoy: estamos durmiendo en Merzouga, que es el centro neurálgico de todo el todoterreno del sur de Marruecos. Hay tres carreras por los alrededores y gente, gente, mucha gente probando coches para el París Dakar.
Hoy comienza la tercera jornada en Merzouga, la que dicen ser la perla del desierto del Sahara en la que se encuentran las inmensas dunas de Erg Chebbi, algunas de las más altas de todo Marruecos que, según la leyenda, fueron creadas como castigo divino, después de que los habitantes del antiguo pueblo de Merzouga rechazaran a una mujer y sus hijos que llegaron extenuados y murieron al no recibir ayuda. Una furiosa tormenta de arena cubrió el pueblo y sus habitantes y, desde entonces, se dice que se escuchan gritos a mediodía saliendo de las inmensas dunas.
Vídeos
Hora de la comida
Luis Lapeña repartiendo ropa
El valle del Zid