Esto de unir palabras, – bien fuere por entretenimiento, bien por denunciar en propia rectitud lo considerado como altamente denunciable, o bien porque te resulte moralmente necesario -, día a día soy más consciente de que precisa, inexcusablemente, de práctica. Como ocurre con todo en esta bogadura que tendemos a llamar Vida.
En otro caso te atrofias. Te rehuyen las palabras y hasta el sentido que pretendes darles. Te abandonan, se piran, te olvidan sin memoria alguna a adeudar.
Cuando no te abandonan las musas por desatenderlas íntegramente, y no mimarlas como mandan los cánones al uso, te desatiende el ímpetu de escritura y se consolida la desgana en el tecleo.
Otras veces no atinas con el asunto adecuado para el escrito, y te dejas llevar por el parecer que puedan merecer los distintos guiones a seguir desde los distintos medios de comunicación que, a la vez, te imponen los mismos como si de ‘fiesta de guardar’ se tratara. Verbigracia – un mínimo ejemplo – telecinco, con sus temáticas y colaboradores…me resultan infaustos, deplorables, gritones, patéticos y zotes; y sin embargo lo petan en el “reputado share”.
Escribir sobre alguien perteneciente a tu casta , a veces apetece; pero siempre pienso si no parecerá al lector (y lectora) demasiado chauvinista, endogámico. No sé. Pero ésta vez me toca. No podría obviar escribir sobre Martina.
¿Y si llegase a convencerla con esta lectura de que está próxima al equívoco? No podría renunciar ni arriesgarme a que lo lea y…la disuada.
Si. Así. Como dice el título de este escrito:
Martina Breijo: Doctora en Medicina. Ph. D. (Philosophical Doctor)
Sólo tiene trece – le falta un cacho de tiempo aún para los catorce – ; y no ha habido manera de convencerla, hasta ahora, de que no lo lleve a cabo, que no se empeñe en la faena. De que el león es mucho más fiero de cómo lo pintan.
Pero como si quiero arroz catalina. No hay manera de apearla de ese burro que tan mal me cae (el jamelgo, digo) y no creo que, con el tiempo, mejore mi percepción para el pollino. Cual el que oye llover es el caso que me hace ¡A estas alturas, ni de coña!
Lo curioso es que la muchacha tiene diáfana la elección desde los siete. Ocho como mucho, y exagero.
Los argumentos que colige para persuadirme de mis pretensiones de no estudiar Medicina son que «… ella no puede contrariar lo que sus genes atesoran y reflejan. Que de casta le viene a la galgo. Que no hay otro oficio que le guste más…»; y otros variados e incuestionables firmes argumentos (sus abuelos paternos son ambos médicos).
Aunque bien es cierto que, si nunca puse pegas a los estudios que decidieron mis hijos (tengo de todos los oficios en la familia, y muy dispares entre ellos) , no iba a poner exclusiones a una nieta.
Porque es una de mis nietas; la segunda más concretamente – de Carla, la primera, ya escribí hace unos años -: “Carla y yo”, por si gustan.
Que sean su padres quienes intervengan en el asunto, oigan, que además de hijo mío, es entendido en leyes y también ha de llevar los mismos genes.
De ser alguien, que sea él. ¿No les parece? Que uno ya cumplió y ya no toca. Aunque me temo que el resultado sería también estéril.
Uno ya ha decidido hacerse el longuis, que es más cómodo. Y que san Pedro se lo bendiga si es que Dios se lo concede.
La muchacha no ha de tener ni idea de lo que le espera con ello, so pena que con el tiempo cambie de opinión y deseos. Por mucho que manden y ordenen los genes que aduce.
«La he mamado – la Medicina – desde que nací!», viene a decir. O así lo entiendo.
Hace unas horas hablé con ella y corroboró todo lo dicho pero con un añadido: Quiere ser médica de Urgencias. ¡Toma ya!
Con tal de que su afán no se deba a alguna serie televisiva de médicos que vea en cualquiera de las cadenas – públicas y privadas – dónde en un servicio de urgencias se arreglan rotos y descosidos a mansalva sin necesidad de actuación de expertos en el asunto, y para colmo les sale todo bien….yo casi contento. (En mi época, el Dr. Gannon hizo estragos, no a un servidor que entró en el oficio de puro rebote, pero a otros les destrozó, que bien que lo sé; yo ni siquiera lo veía estiloso…).
En fin… Ya que está decidida a ser médica, algunos consejos habré de darle. Más por viejo que por sabio, claro está. Si los quiere los toma y si no los deja, al igual que las lentejas.
Aquí esbozo unos cuantos si me lo permiten (y si no, también):
Mantén atención plena a todo lo que tus profesores aduzcan en las lecciones magistrales, y acompáñalas con revisión de textos referentes al tema. Esto te ha de durar toda tu existencia…toda. Será tu compromiso permanente.
Nunca te dejes llevar por criterios de compadres que te asomen la mínima duda, y no omitas jamás el refutarlos si con el equívoco -muchas veces continuo – intentan vestirse de certeza. No te calles jamás.
No toleres las especulaciones, arbitrios, conjeturas, presunciones ,creencias y demás, si adivinas que sólo son producto de engolados criterios personales, sin base científica alguna – recuerda siempre lo que ha ocurrido con la celebérrima pandemia de “la covid19” (la llaman en femenino) -. Si bien podrías parecer repipi, nunca ignorante.
No mengües al camarada del 112 (o 911) que te remita un determinado sufriente por una posible enfermedad en la seguridad de que no es ese el diagnóstico. Todo lo contrario, concedele tu respeto por muy equivocado que estuviese. Jamás asegures y matiza siempre todos los matices.
Ten en cuenta que – en muchas más ocasiones que las deseadas – ese camarada que te lleva al hospital al sufriente, ha puesto a caer de un burro al camarada que le solicitó sus servicios por no disponer de material adecuado y necesario en su puesto. Y así sucesivamente. Todo criterio es respetable, fuere o no respetado.
Esto suele ser así. Te vas a adscribir a un oficio en el que se detesta y se tacha de inexperto al otro colega, supuestamente de inferior jerarquía, de manera habitual y sin concesiones, mucho más frecuente e intensamente que en otros oficios que conozco. Aunque sea que se cuezan habas en todo vericueto.
Y, como colofón, no te conformes con ser Licenciada, has de ser Doctora en Medicina.
A ser posible – y sé que lo será – No te doblegues si logras tan sólo un “Cum Laude”, ni siquiera un “Magna Cum Laude”.
O “Summa Cum Laude” o nada. O César o nada…ya sabes. (Que escribió Vázquez Montalbán, en nombre de César Borgia y su prosapia). No tanto por deslumbrar a nadie, como por propia satisfacción . No olvides nunca tal.
Que Dios te bendiga. Cumple tus deseos y que éstos te hagan feliz.
Y que tu singladura sea calma y provechosa.
Mi querida colega….mi querida terca nietecita.
Firma invitada: Francisco R. Breijo-Márquez. Doctor en Medicina