En el cincuentenario de la creación de la Reserva Nacional de Caza de la Serranía de Cuenca
Las referencias toponímicas y cinegéticas que se recogen en el Libro de la Montería de Alfonso XI “El Justiciero” (Siglo XIV) respecto a parajes y montes de la Serranía de Cuenca: Hosquiello, Val Salobre, La Muela de Paxarón, Tejadiellos, etc., hablan a las claras de la calidad que, ya de antiguo, tuvieron estas tierras para la caza. Aquella pujanza cinegética fue decayendo para desaparecer a lo largo de los tiempos hasta que, en el año 1.960, el extinto Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caza comenzó a llevar a cabo una serie de reintroducciones, con ciervos y gamos, en los lugares más recónditos de la Serranía de Cuenca con el propósito de recuperar parte de la fauna cinegética que antaño los poblara. Desde aquellos primigenios sitios de suelta: Hosquillo, Lagunillos, El Pozarrón…, las reses fueron extendiendo sus dominios por las querencias que les eran más favorables, conformándose así pequeños núcleos de población interconectados entre sí, al albur de la climatología y de sus instintos biológicos, desde la cuenca del Escabas a la del Júcar, ejerciendo la Guardería Forestal a cuyo cargo estaba la custodia de los montes de la comarca, una eficaz vigilancia acerca de su veda, precisamente para favorecer la consolidación y expansión de las poblaciones creadas en base a las citadas sueltas.
Cuando la Ley de Caza de 1.970, una norma que fue la piedra angular en la que se basaría el desarrollo de las futuras leyes de caza autonómicas, entró en vigor, la Serranía de Cuenca cumplía con lo previsto en su Art.º 12, ya que sus especiales características de orden físico y biológico sostenían núcleos de excepcionales posibilidades cinegéticas que permitían el establecimiento, por Ley, de una Reserva Nacional de Caza en la que la conservación y fomento de las especies correspondería al Ministerio de Agricultura. Así surgió, por la Ley 2 de 1.973, la Reserva Nacional de Caza de la Serranía de Cuenca, que se extendía por 25.724 Has. de los términos municipales de Cuenca (anejo), Las Majadas y Tragacete, territorio que tenía, y conserva, unas singularidades específicas que lo hacían ideal para la presencia y desarrollo de poblaciones de caza mayor, y su consecuente aprovechamiento. Nos referimos al hecho de que la Reserva Nacional de Caza de la Serranía de Cuenca se ubicara en una comarca eminentemente forestal, de quebrados y aplacerados pinares que conforman paisajes de una originalidad geológica que sorprenden a cualquiera, en la que la ausencia de cultivos agrícolas y de núcleos de población dentro de sus límites, eran factores que potenciaban la tranquilidad, espacio y cobijo que las poblaciones de caza mayor necesitan, además de agua y comida, para su acomodo y expansión.
La creación de la Reserva Nacional de Caza tuvo como consecuencia la colonización espontanea, con el devenir del tiempo, de aquellos pagos colindantes con la misma, la mayoría de ellos también de propiedad municipal, que eran más favorables para la caza, lo que supuso un aumento de su valor patrimonial y una nueva, saneada y renovable fuente de ingresos, que se mantiene hoy en día, para la propiedad, además de la mejora de los ecosistemas de la Serranía de Cuenca por lo que a la fauna se refiere, mejora que se completó con la posterior suelta de muflones (1.974- 77) y de cabras monteses (1.976-79). “Serranía de Cuenca”, posibilitó el acceso a una actividad deportiva, ya entonces muy cotizada, la de la caza mayor, a dos generaciones de cazadores, sobre todo locales (que tenían a su disposición un cupo de permisos a precios reducidos), que ya lo eran de caza menor y que aprendieron, en la Reserva Nacional de Caza, a cazar la mayor y a gestionarla. La Ley 5/2.007 de la Junta de Comunidades de CastillaLa Mancha, por la que se declaró el Parque Natural de la Serranía de Cuenca, resaltaba el hecho del establecimiento regular de poblaciones de caza mayor dentro de sus límites y la especial situación de las de cabra montés en la comarca, singularidad que requería el mantenimiento de su gestión a través de la figura de una Reserva de Caza sobre aquellos territorios más idóneos para la especie, por lo que en la declaración del susodicho Parque Natural se mantuvo como Reserva de Caza una superficie de 6.533 Has. en el Monte de U.P. nº 119, “Sierra de los Barrancos”, de la propiedad del Excmo. Ayuntamiento de Cuenca y sito en el anejo de su término municipal, para preservar y fomentar la presencia de la cabra montesa en la Serranía de Cuenca.
Mientras estuvo vigente, en la Reserva de Caza se cazaron 413 trofeos y más de 7.000 reses selectivas de ciervo, gamo, muflón, cabra montés y jabalí en 14.000 jornadas de caza, siendo D. Juan Carlos I, en la berrea de 1.973, el primer cazador que ejerció como tal en la misma, suponiendo su implantación un indudable revulsivo económico para la comarca. Volviendo la vista atrás, recordar que si la Reserva Nacional de Caza alcanzó una notoriedad sobresaliente en el mundo cinegético se debió, sobre todo y todos, a D. Francisco Mena y Martín-Delgado, su primer Director Técnico; Ingeniero de Montes de fundados conocimientos cinegéticos, Paco Mena vertió su ilusión y saber en hacer de la misma una de las mejores de España, y se esforzó en hacernos comprender lo que la caza mayor podría significar para Cuenca, incardinando la gestión de sus poblaciones en la de los aprovechamientos renovables de sus montes y en el respeto de sus hábitats.
En esa aventura se vio siempre respaldado por D. Fernando Nicolás Isasa, entonces Jefe Provincial del ICONA en Cuenca, que solventó con su equidad de juicio y talante conciliador los problemas que surgían como consecuencia del establecimiento de la caza mayor en una comarca volcada en la gestión forestal y sin tradición cinegética reciente; su calidad humana es inolvidable para los que tuvimos la fortuna de trabajar con él, admirando su magisterio. Y sería injusto glosar este cincuentenario sin recordar a los Celadores de “Serranía de Cuenca” que, con la tutela de Vitoriano García Ruiz, Guarda Mayor de todos ellos, hicieron posible que hoy podamos hablar de lances, trofeos y medallas, las que cobraron los cazadores a los que acompañaron en su acción venatoria, cazadores que de buen grado aceptaron la premisa de cazar lo mejor por lo bueno y lo peor por lo malo, norma que se aplicó siempre en la Reserva por entender que este proceder es la piedra angular en el que debe basarse el desarrollo y equilibrio de las poblaciones cinegéticas y, por ende, el de la fauna silvestre de la que forman parte en el medio natural que las sustenta y cobija, primando la calidad y la excelencia sobre la cantidad y la mediocridad.
Tras la modificación de su superficie primigenia, se desarrollaron cuatro temporadas en la renovada Reserva de Caza, desde 2.007 a 2.011, suspendiéndose la actividad cinegética en la misma en base a la Orden de la Consejería de Agricultura y Medio Ambiente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha de 2 de enero de 2.011, paso previo a la Ley 3/2.015 de 5 de marzo, de Caza de Castilla-La Mancha en la que se anulaba el régimen cinegético de la Reserva de Caza de la Serranía de Cuenca. Aunque ahora tengamos que hablar en pretérito de lo que fue “Serranía de Cuenca”, si forma parte del presente su legado. Nos referimos al hecho de que las reses descendientes de aquellas sueltas de 1.960, hoy se extiendan por toda la comarca de la Serranía de Cuenca, y parte de la de La Alcarria, ocupando más de 300.000 Has. de unos terrenos que han aumentado, por su presencia, su valor patrimonial, consolidando la posibilidad de ejercer sobre sus poblaciones de caza mayor un aprovechamiento renovable que rinde un beneficio constante y completando, con su existencia, escalones que estaban vacíos en lo que a las cadenas tróficas se refiere, conformando un ecosistema más resiliente que potencia el turismo y la economía local. Por eso, cuando hoy se habla de la R. N. de Caza y de la Reserva de Caza de la Serranía de Cuenca, no circunscribimos su recuerdo al hecho de perseguir reses con la memoria, resignados a no volver a cazarlas en esa bellísima teoría de muelas heñidas de cañadas y barrancos sobrevoladas por poderosas rapaces que es la Serranía de Cuenca, porque hoy, por los cotos privados de caza que ajedrean los territorios que antaño ocupaba la Reserva de Caza, siguen campando libres, junto al hosco jabalí, ciervos, gamos, muflones y cabras montesas que desafían el saber cinegético de los hijos de los ahora veteranos cazadores que, hace cincuenta años, comenzaron a aprender a cazarlos en la Reserva Nacional de Caza de la Serranía de Cuenca.
Francisco Rojo fue director técnico de la Reserva Nacional de Caza Serranía de Cuenca entre los años 1982 y 1989.