La Diputación de Cuenca ha inaugurado esta mañana la exposición ‘Memoria escrita de la infancia abandonada en Cuenca durante los siglos XVII al XIX’ y que es un homenaje a los niños expósitos sin identidad ni padres conocidos. Este recorrido por la historia conquense podrá verse en el Salón de Actos de la Diputación de Cuenca desde hoy y hasta el 30 de mayo con documentación interesante que explica los motivos de los abandonos, el nombre que se les ponía o las instituciones que se han encargado de su cuidado en Cuenca.
El diputado responsable del Archivo, Diego Yuste, ha sido el encargado de presentarla y destacar lo bonita que es porque hace referencia a la historia de tanta gente pobre y vulnerable que encontró en el abandono la única posibilidad para sus hijos. Además, ha aprovechado la ocasión para poner en valor el gran trabajo que hacen los trabajadores y las trabajadoras de este servicio provincial que está abierto para que los investigadores puedan conocer nuestra historia.
Marisa González, la técnico responsable del Archivo, ha explicado que llevan muchos meses trabajando para sacar a la luz “las historias que narran estos documentos”, han elegido algunos casos que son especialmente significativos porque son representativos o porque son curiosos. No todos los niños y niñas pertenecían a familias pobres, algunos eran hijos ilegítimos tenidos fuera del matrimonio o rechazados por la moral de la época.
Los niños eran abandonados habitualmente en las puertas de edificios religiosos o de vecinos con cierta relevancia y a partir del siglo XVIII eran depositados en los tornos instalados en los muros exteriores del colegio de expósitos, de conventos o de la Casa de la Beneficencia. Además, estas personas tenían hasta el siglo XVIII sólo tenían derecho a un nombre de pila, pero a finales del XIX comenzaron a ser inscritos con un apellido que los singularizaba como niños abandonados, los más comunes eran Tirado, Expósito, Iglesias, Blanco… aunque en nuestra provincia es “de la Cruz”.
En Cuenca las instituciones encargadas de su cuidado fueron La Memoria de Expósitos de San Julián, fundada en 1606 para ocuparse de la alimentación y el cuidado de los más pequeños hasta los cinco años. Posteriormente la Memoria y Colegio de San José, fundada en 1718 en Moncalvillo de Huete para ocuparse de los expósitos desde los cinco años hasta los 14. Posteriormente se unificaron en 1773 para dar lugar a la Casa de la Beneficencia que se ubicó en el edificio donde actualmente está la Delegación de Agricultura.