Estos días ha aparecido un estudio académico titulado “Entre la persistencia y el olvido, hacia una clasificación comarcal de la despoblación” firmado por Alberto Zamorano Cuesta en el que se expone que la comarca de la Serranía Alta de Cuenca tiene una densidad de población de 2,05 habitantes por Kilómetro cuadrado. Quizás y por hacer una pequeña corrección a dicho estudio, cabe decir que los datos que gestiona, al estar tomados del Ministerio del Interior no son del todo correctos, ya que este ministerio lleva obviando desde hace años los límites geográficos de esta comarca al eliminar 412 kilómetros cuadrados que están incluidos dentro de los límites de la Serranía Alta y que son montes que pertenecen a la ciudad de Cuenca, que de incluirse al igual que se hace en todos los mapas que existen sobre esta comarca hacen bajar el número de pobladores en este territorio a 1,49 Hab/km2.
En cualquier caso, cabe decir que más allá de cifras, lo que las mismas nos muestran es la terrible realidad de esta comarca conquense, situándola como el territorio más despoblado de toda la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha y el penúltimo sobre un total de 344 comarcas que componen el mapa de España, solo por delante en este ranking de la comarca de Paramos de Burgos, con 1,35 Hab/km2, muy lejos en ambos casos de la media de población en España que se sitúa en 96 Hab/km2. Una realidad que debería de hacer reflexionar a quien dirige la Diputación de Cuenca y a la Junta de Gobierno de Castilla-La Mancha para que se pusieran manos a la obra con el objetivo de revertir este problema.
Sabemos también, así se ha demostrado en otros lugares, que para contrarrestar el problema del abandono rural de una zona, se necesita empezar a implementar en la misma infraestructuras capaces de generar puestos de trabajo estables, que asienten población y que permitan de esta manera la instalación de familias que le den un nuevo impulso al territorio, sirviendo a su vez para mantener escuelas, cajas de ahorros, farmacias y otros servicios esenciales para una comarca. E incluso, llegado el momento y apoyándose en la primera infraestructura, facilitar el que se creen otras empresas secundarias como nuevos comercios, bares, etc.
Esto se puede conseguir de dos maneras: con una fuerte inversión privada de algún tipo de industria que genere empleo en la zona, cosa que no parece vaya a ocurrir en un futuro a corto plazo en la Serranía Alta de Cuenca, o con la realización de ese mismo esfuerzo por parte de las administraciones públicas que gestionan el territorio, invirtiendo en proyectos de carácter social que generen un número significativo de puestos de trabajo.
Está última opción si así se decidiese, hay que decir que ya se encuentra sobre la mesa, a través de una residencia de mayores en la localidad de Beteta, prometida por el Gobierno de Castilla-La Mancha y la Diputación de Cuenca en el año 2005, construida en más de un 70%, que generaría unos 35 puestos de trabajos directos una vez en funcionamiento así como un número indeterminado de puestos de trabajo indirectos, lo que sería todo un revulsivo para la Serranía Alta, ya que debido a su situación a más de una hora de carretera desde la ciudad de Cuenca llevaría a que muchos de estos trabajadores terminasen por asentarse en la zona.
Es por eso que resulta incomprensible que los políticos que llevan gestionando los últimos cinco años los destinos de la provincia de Cuenca y Castilla-La Mancha, como responsables que son de esta infraestructura, sigan sin querer dar un final a la misma, ahora que ya no pesa sobre esta ninguna paralización judicial como las que frenaron su construcción desde el año 2012 hasta el 2017 y sin que tampoco exista ninguna oposición política que pueda bloquear la decisión que puedan tomar en referencia a continuar su construcción y puesta en marcha. Por eso, es cuando menos difícil, el entender dicha paralización actual sabiendo que la Serranía Alta de Cuenca se sigue despoblando paulatinamente y que ostenta el puesto 340 sobre los 344 territorios con la población más envejecida de España, solo por encima de las comarcas de Aliste en Zamora, Cabrera en León y la comarca de la Sierra en la Rioja Media. Un hecho que habla claramente a favor de la necesidad que hay de finalizar esta residencia de mayores en Beteta, sobre todo cuando la Serranía Alta de Cuenca es la única comarca de toda la provincia que aún no dispone de este servicio sociosanitario.
Lo que resulta claro, es que tras cinco años de legislatura y habiéndose gastado más de siete millones de euros en este edificio, sale más rentable finalizar dicho proyecto que no dejar que estas obras se sigan deteriorando, ya que cada mes y cada año que pase, costará más y más el retomar el proyecto. Y no cabe el echar la culpa a quien ya no gobierna, tras cinco años de mandato, el responsable de que este proyecto no siga adelante es de sus gestores y estos no son otros que los que dirigen actualmente la Diputación de Cuenca y Castilla-La Mancha. No hay más.
Opinión de Jorge Garrosa Mayordomo.