El título de mi columna ya es de por sí curioso y si cabe, controvertido, por estar en tierra conquense, a caballo entre Serranía y Mancha.
Y realmente así fue. El IV Encuentro Literario en torno a la Poesía programado este lunes 15 de agosto, festivo por ser onomástica de la Virgen, actividad que mi amigo Pedro José Moreno, junto a un servidor, organizamos cada año –a excepción de los dos obligados años de pandemia- gracias a la propuesta del Ayuntamiento que dirige Celso Rubio, aglutinó en esta ocasión a un ramillete de buenos poetas del Levante, locales y latinos junto al cantautor argentino Julio Delgado quien deleitó al numeroso público que llenó la bonita iglesia románica de Chumillas, al final del acto, con una serie de composiciones musicales, cantadas a vivo voz de quién fuese durante muchos años, la primera guitarra de Alberto Cortez.
La letra de Carlos Gardel en preciosos tangos, interpretada por la voz poderosa de este artista llenaron la nave de la iglesia mientras el Cristo de la Luz, allí colocado en sus andas, observaba al detalle cada momento especial de un Encuentro Poético que rayó a la altura de los grandes encuentros nacionales, sin olvidar que en este caso, la voz poética llegaba también desde “allende los mares”.
Poetas desde Castellón, Valencia, Uruguay, Chumillas, Valverde de Júcar, Cañete y Argentina, con su palabra escrita en forma de verso y la compañía de la música de guitarra, hicieron de aquella tarde, un momento inolvidable del que nos quedó el recuerdo de todo un canto a la alegría, la convivencia, la solidaridad y la paz.
Poetas como Ricardo López, Luis Hernández, Víctor Vázquez, Ángel de Dios, Rosa María Villaroig, Norma González, Pedro José Moreno y un servidor, intentamos con nuestros versos, realzar el sentimiento de todo un pueblo, que al unísono cantaba los tangos y las canciones que Julio Delgado ofrecía, mientras los aplausos seguían siendo el agradecimiento a una tarde feliz.
Y es que amigos, me gusta el lugar, ahora adornado por los molinos de viento modernos que le auguran progreso, su gran extensión de cultivo, aquellos huertos con balsa –ya perdidos en gran parte-, su torrejón de vigilancia –ahora remozado y bien restaurado para orgullo de sus habitantes-, al igual que el de Solera, tal vez el de Almodóvar, de formación árabe en textura de argamasa y piedra, como cubo defensivo, haciendo un lugar no solo de paso, sino de estancia para conocer bien a sus gentes.
Pero yo me quedo con su iglesia, antes de San Juan Bautista, después de la Concepción y ahora de la Asunción. Me encanta el templo, pero no por su grandiosidad que no la tiene, sino por su personalidad constructiva, su espadaña, su techumbre de madera, sus zapatas de corte de gola y friso liso, su interior acogedor resaltando la piedra viva, aunque sus retablos fueran destrozados en tiempo de guerra, su solera y recogimiento. El arco que separa la capilla mayor donde el altar se erige bajo una bóveda de terceletes con nervadura de piedra y simbólicos círculos. El coro y la pila, le dan su carácter románico de primitiva hechura.
Y Chumillas sigue muy vivo, lo sigue en sus fiestas y tradiciones mantenidas. En agosto, la Asunción para el reencuentro de todos los emigrantes, en septiembre el Cristo de la Luz, sacándolo en procesión, pero son las Caridades de San Pedro y San Juan donde se encierra el mayor personalismo de este lugar.
Las ocho millas como uno de los siete núcleos que conformaban el lugar: Cirilluelos, el Candalar, el Horcajo, San Juan, Cerviñuelo, Paredes del Santo, el Lomazo y la Torre, donde se fusionarían, al lado de esta huella árabe que indica su dominio o jurisdicción, podría ser fundamento de origen, pero es más común, por su toponimía, que Chumillas se ajustase a ese miliario de paso romano (ocho millas) y ya no de Sumilla ni esa Chuma o Zume, aludida por los más jocosos investigadores.
Y en esta actividad tampoco podía ni debía faltar, la maestría alfarera de uno de los ceramistas del barro más reconocidos de nuestra Tierra, Antonio Hernánsanz, quien ofreció en sus jarrones decorados con óxido negro sobre el rojizo barro, las siluetas íberas de músicos y poetas, haciendo gala de lo mucho que sabe ofrecer.
Aquí en Chumillas hay vida, y la hay porque su Ayuntamiento y sus gentes es esfuerzan por mantenerla, reencontrándonos entre alabanza y concordia, entre armonía y música, entre amistad y honestidad.