El corazón de las gentes de Fuentelespino de Haro es agradecido. Y el recuerdo de las epidemias ocurridas en los inicios del siglo pasado, en los que fallecieron contagiados muchos vecinos de la localidad, abrió puertas a la petición del pueblo para la intervención del Sumo Hacedor. La respuesta fue positiva.
El Rincón de Enrique Buendía
Hace ya años que deseaba tener la ocasión de visitar Fuentelespino de Haro en un día tan señalado como el de ‘El Corpus’ que, en esta localidad manchega, tiene lugar por segunda vez en estos finales de Octubre.
Cuentan los fuentelespineros que la base de la celebración reside en un ‘voto de villa’ hecho por el vecindario en la segunda mitad del siglo XIX, transmitido de padres a hijos hasta nuestros días, «por haber liberado a los residentes de los efectos de una epidemia de peste, morbo asiática, que estaba diezmando la población», según me dice don Pedro, el párroco de la localidad.
«Nuestros antepasados, solicitaron al cura del pueblo les permitiera sacar la Custodia, con la Forma Sagrada a la calle, para que visitara las casas de los enfermos afectados y del vecindario en general, solicitando con rezos y súplicas la desaparición de la citada epidemia…», me comenta Porfirio.
Todo el vecindario conoce el resultado satisfactorio de la presencia de ‘El Corpus’ por sus calles, con la remisión de la enfermedad y la desaparición de la epidemia. En agradecimiento, los vecinos de entonces tomaron la decisión de repetir tal convocatoria cada año, contando con el beneplácito de las autoridades eclesiásticas, me dicen.
Aunque no existe en el pueblo documentación al respecto, las gentes de Fuentelespino de Haro ‘sienten’ como suya esta segunda fiesta de ‘El Señor’, y no solo la celebran en un día, sino que alargan su contenido devocional y festivo a través de tres y hasta cuatro días dedicados «a ensalzar a Dios, sí, porque permitió la vida de nuestros antepasados, y nuestra propia existencia, pero también a convivir con alegría…», me cuentan los Mayordomos, miembros de la Comisión de festejos, Eugenio, Rufino, Emilio, Juan Tomás y Armando.
Tal denominación y territorio sería dado otorgado por Alfonso VIII, a don Diego López de Haro, señor de Vizcaya, debido al apoyo recibido en la conquista de Cuenca. El nombre de ‘Fuente del Espino’ explicaría el lugar en donde se situaría el núcleo inicial de viviendas.
En la Plaza Mayor, alrededor de un parque con fuente de homenaje, se encuentran los edificios del ayuntamiento e iglesia. Allí están los músicos de El Toboso (Toledo) dispuestos para armonizar la Misa y participar en la procesión posterior. Paseo por el pueblo, y me llama la atención sus calles empinadas, asfaltadas y limpias, sus casas de un piso, costumbristas y al uso comarcal. Hay movimiento en muchos hogares, porque los fuentelespineros «seguimos fieles a lo que son nuestras creencias, como si hoy fuese aquel día feliz, en que la enfermedad terminó, y lo mismo que yo, otras familias. Cerca de mi puerta verás que también se prepara y engalana la ‘mesa’ donde depositará don Pedro, la custodia con la Hostia consagrada al paso de la procesión», me cuenta Asunción, que así revive la tradición que años atrás mantenían sus padres.
Vuelvo a la Plaza Mayor y a la iglesia parroquial, un edificio moderno, para asistir a la Misa, ya próxima. El interior es una sola nave de planta de salón en la que se diferencian, presbiterio y coro, que se está ocupando de ‘hijos del pueblo’. Por comunicar algún detalle de la celebración, me centraré en la homilía, un hermoso canto de convivencia, amor, perdón y paz para recordar por siempre la doctrina de Jesús de Nazaret; acabada la ceremonia religiosa, la Hostia consagrada, ha sido introducida en una sencilla custodia de plata dorada, portada por don Pedro, el párroco, y llevada ‘bajo palio’, por las autoridades locales en todo el recorrido oficial. También por los devotos de Fuentelespino de Haro, entre los sonidos de las marchas procesionales interpretadas por la Banda de Música de El Toboso, con el silencio respetuoso guardado al llegar a cada mesa, unas 25 aproximadamente, dispuesta a las puertas de diferentes casas de la localidad, donde la custodia con el ‘cuerpo de Jesús de Nazaret’ quedaba unos minutos.
Al lado, dentro de las casas, en las cancelas, en los patios, o en las aceras, el ritual ha sido el mismo de siempre, el rezo de la oración «Ante Benedictionem» por el sacerdote:
«Les diste el pan del cielo, que contiene en sí todo deleite…»
Y la cohetería y las marchas procesionales han marcado la continuidad del recorrido callejero.
Lo más sorprendente de esta celebración, creo que única en la provincia y probablemente en toda España, por estas fechas y segunda vez, es el modo natural con que la afrontan los fuentelespineros. Todos ellos ‘saben’ el motivo, recogido en los anales de las enfermedades epidémicas provinciales.
«El cólera hacía estragos en la población, en la que habían fallecido ya, víctimas de la cruel enfermedad más de sesenta personas. Así las cosas, y ante el cariz de la situación y la nueva muerte de más vecinos en la noche anterior al 27 de octubre, las crónicas cuentan como recurrieron a solicitar la presencia del ‘Corpus Christi’ en procesión por sus calles, y como por ello, la enfermedad desapareció de estas tierras, quedando en pie la promesa de los habitantes para mantener este acto todos los años, cuando llegara el día 27…», me comentan personas con las que charlo amigablemente.
Los sonidos del Himno Nacional honraban la despedida al Señor, al entrar en la Iglesia parroquial. Luego, las notas del pasodoble ponían el cierre a la jornada matinal, y la despedida de la banda toledana. Quedaban los minutos para el aperitivo y el tiempo previo para la comida familiar.
«Hoy es un día especial en Fuentelespino, porque han venido a la celebración muchos ‘hijos del pueblo’, desde otras comunidades…», me dice Benjamín, el alcalde.
Recordaba yo, al volver a Cuenca ese refrán que dice: «Mañana de niebla, tarde de paseo…». Y es que era verdad.