Con el comienzo del mes de febrero, en Almonacid del Marquesado se vuelven a escuchar los rítmicos sonidos de los cencerros. Antes, en enero, ya se habían probado en casa del Diablo Mayor o en los posteriores actos de solicitar permiso al párroco o al alcalde para su uso en la iglesia o en la calle. Es tiempo de festejos para La Candelaria, hoy día 2, y para mañana festividad de San Blas. Fiestas que viví de forma especial en el año 1999 y, tal como las viví, os las cuento.
Enrique Buendía
A las puertas del nuevo milenio, me sorprende el encuentro real, con hechos festivos, con la ‘fuerza’ emotiva de «La Endiablada» en Almonacid del Marquesado.
Enigmática, colorista, ruidosa, devocional, simbólica, creyente, emotiva para todo el pueblo. Ritual, expresiva, sonora, variada, sorprendente en su conjunto para todos, sean los mismos vecinos de Almonacid o los visitantes que se acerquen por estas tierras cercanas a Segóbriga.
Intentaré de modo muy concreto dar en estas líneas que escribo una visión, resumida y personal, de lo vivido en esta jornada de celebración a la Virgen María, popularmente conocida como “de las Candelas”, en estos inicios de febrero de 1999. Hace ya 22 años.

La Candelaria y al día siguiente San Blas, reflejan en la localidad, por un lado a quienes se ofrenda la fiesta en el contexto de la veneración religiosa y, por el otro, me encuentro con La Endiablada, un conjunto de personas, diablos, madrinas y danzantes de ambos sexos que forman los diferentes grupos que se encargan de dar ‘vida’ al hecho de su tradición y devoción, en este caso en el ámbito cristiano.
«Los diablos» son hombres del pueblo, sus descendientes y también pueden ser los casados con una mujer almonaceña, o aquellos otros que lo soliciten y cumplan con lo que es norma en ‘La Endiablada’.
«A estos últimos se les nota, con sólo verlos mover los cencerros», nos dice Aniceto, el diablo mayor, el jefe de los diablos, el que más años ha salido en la fila diablesca.
Ser ‘diablo’ es serlo todo porque, todos, todos los hombres de Almonacid lo son. Unos desde la infancia, no dejarán de serlo hasta que fallecen o sea una enfermedad la que les impida estar en los actos; otros lo son el año que pueden, ocasionalmente. Cuando alguno de ellos muere, van al entierro vestidos con los ropajes coloristas que los distinguen en la fiesta y los cencerros en silencio. Y solo cuando el sepelio ha terminado, al acompañar al sacerdote a su casa, los hacen sonar con plañidero lamento. El apuntarse como ‘diablo’ no es para toda la vida, se puede ser por promesa, por un favor concedido, etc.
Su traje es holgado, amplio, colorista y de tela cómoda para moverse con facilidad siendo, el diseño, a gusto de cada uno de ellos. Una porra lleva cada uno en la mano, acabada en una escultura pequeña, que muchos de ellos tallan personalmente y que agitan sin cesar con verticalidad durante su presencia callejera o en el templo parroquial. Detrás del cuerpo, sujetos por arneses, los cencerros, tres, cuatro, pequeños, grandes…, todo está en función de la propia capacidad para obtener el sonido que esperan, bien cuando andan, o por el contrario se encuentran ejecutando sus carreras y saltos delante de la procesión. Y casi todos ellos, almohadillan la parte de choque en su cuerpo. El último componente del traje es el gorro, lo tienen de dos clases, uno floreado con forma de cilindro parahoy, el día de la Candelaria, y otro con forma de mitra en rojo, para la celebración de San Blas. Caretas para esconder el rostro apenas si las llevan.

Los Danzantes, en este caso Danzantas, también forman parte de la tradición de la fiesta. Antes fueron hombres, ahora, las ‘candelas’, acompañan el quehacer solemne de ‘La Endiablada: ocho jóvenes más una, Ester, Verónica, M ª José, Beatriz, Rebeca, Anabel, Raquel, Sandra y Esperanza, coordinadas por Julián, ‘El alcalde’ de la danza y por ‘El palillero’. Y para que se pueda danzar los sonidos de la ‘pita’ y ‘caja’, de Ángel y Máximo.
Roncos y graves sonidos en los cencerros se contraponen con los agudos y armónicos de las diferentes danzas interpretadas.
Su ‘danza’ se hace oración y poesía en la Iglesia del apóstol Santiago al terminar la Misa. Danzan, cantan y forman la maqueta de ‘El arado’, un tema donde se compara las piezas que forman tal instrumento de trabajo agrícola, con hechos de la pasión de Jesús de Nazaret. Un par de versos:
«Mis compañeros y yo
formaremos un arado
y de la pasión de Cristo,
de piezas lo iré formando.
Atención al auditorio,
sacerdotes y prelados,
así por este timón,
se gobiernan los arados…»
Luego serán ‘Los dichos’, donde los sentimientos de cada danzanta, alcalde y palillero, alcanzarán su cota más emotiva al ofrecer a la Virgen de la Candelaria hoy, y a San Blas mañana, un poema original para la ocasión, lleno de fervor mariano de cada componente La Danza:
Candelaria, Madre mía
hoy me siento muy feliz,
me estreno como danzanta
es un honor para mí.
Como ves Virgen María
traigo las manos vacías,
tengo poco que ofrecer,
pero mucho que pedir…
Ayer día 1 fueron, las vísperas, los diablos se reunieron por la tarde en la Plaza Mayor y fueron a la Iglesia, dedicada al apóstol Santiago donde rezaron unas oraciones pidiendo por sus cosas y, desde allí, marcharon a casa del alcalde para pedir permiso para la fiesta. Luego, terminado el protocolo, la calle sirvió de escenario para mostrar La Endiablada sus sentimientos identitarios
La celebración de La Candelaria

El día 2 amanece temprano para La Endiablada. A las puertas de la casa del Diablo Mayor, Aniceto Rodrigo, era la inicial concentración para inmediatamente caminar con la rítmica sonoridad de sus cencerros a casa de la Madrina Mayor de La Candelaria de este año quien, después de invitarles, les hizo entrega de la ‘torta de la Virgen’ que luego dejaron en la Iglesia para ofrecérsela a la imagen de la Virgen de La Candelaria que esperaba ya en su carroza para la posterior procesión por las calles del pueblo.
Después de unos minutos para el descanso de los cencerros y para ver los diferentes ‘paloteos’ de las danzantas, guiadas por ‘su alcalde’, ya con la presencia de las autoridades, toda La Endiablada se dirigió a la iglesia e iniciar así el ‘paseo’ procesional de la Virgen.
El pueblo se une a La Endiablada y comprueba como es el comportamiento de sus seres más queridos participantes en ella. Abriendo camino los diablos en dos columnas, a veces tranquilos moviendo rítmicamente su cintura haciendo sonar los cencerros que en su espalda llevan; otras, en las cuestas abajo, a la carrera, dando saltos, mirando directamente al horizonte de la calle para luego volver y saludar poniendo su mirada feliz en La Candelaria.

Carreras, saltos, danzas, son formas de oración singular del pueblo, plegarias, en esta ocasión de las gentes almonaceñas. Así, hasta la vuelta a la Parroquia. Corto recorrido sí, pero muy intenso como pude comprobar seguido en plenitud por diablos y danza, y como no, por todas aquellas personas que en las aceras de la calle, o en ventanas y balcones no quitaban ojo al pausado caminar de la imagen de La Candelaria y a las carreras de los diablos, fugaces y acalorados terremotos de devoción particularizada.
Y luego la Misa Mayor, armonizada por las voces de la Coral de Amas de Casa «La Candelaria», exaltando en sus cantos el cariño hacia la Madre. En ella, se canta, se danza y se recita y se gritan vivas a La Candelaria.
El sentimiento mariano es algo que va implícito en los versos que las jóvenes dedican a su patrona, también hay en sus peticiones por la supresión de males generales de la sociedad o particulares de aquella persona que en su momento recita el dicho.
«Virgen de las Candelas,
gloria de nuestro pueblo;
tú que eres nuestra madre,
míranos desde el cielo»
El broche de los actos, lo vuelven a poner ‘los diablos’ con sus saltos y cencerrada, siempre mirando a la Virgen, ya colocada en el altar, mostrándola desde su interior lo que la quieren…
La tarde espera. Son vísperas de San Blas, y La Endiablada tiene obligaciones que cumplir.
Vuelvo a casa. Y como siempre, al recordar lo vivido, busco comprender la razón de la intensidad de los comportamientos de las gentes de nuestros pueblos en el día festivo patronal, y la respuesta más contundente sigue siendo, una vez más, “seguir las tradiciones que les dejaron sus mayores y que, ellos, no quieren olvidar porque son señas de identidad de sus orígenes…”
Así me lo contaron sobre La Candelaria:
“La necesidad de presentar al Niño Jesús en el templo, pasados los 40 días de su nacimiento, causaba a María, su madre, tanta vergüenza por ser vista por las gentes, al no haber conocido varón, que un grupo de personas de su ámbito familiar, amigos y conocidos, pensaron atraer la atención de las gentes que pudieran estar en su recorrido a la citada presentación, y nada mejor que hacerlo que yendo ataviados de un modo muy colorista, y haciendo mucho ruido con unos cencerros que se colocaron en la espalda…”
Así lo explicaba Inocente Morales en el programa de TVE, “Raíces”, de Manuel Garrido, en la Endiablada de 1975.
Mañana será San Blas.