En el pueblo de Villanueva de la Jara sienten a la Santa Andariega, fundadora del trece Convento de las Carmelitas, como a una vecina más. Llegó un 21 de febrero del año 1580 pero, su recuerdo, sigue siendo real entre los jareños de hoy pasados ya 441 años.
El Rincón de Enrique Buendía
Es el año 2000 y, la tarde, asoma plácida este domingo en Villanueva de la Jara. Su tranquilidad no tiene nada que ver con la anochecida y el amanecer del sábado de ‘vísperas’.
A partir de las nueve de la noche parecía que el pueblo estuviese ardiendo por los cuatro costados. No era tal, sólo, una pequeñísima muestra del cariño festivo que los jareños tienen hacía ‘la Santa’, a quien consideran parte del pueblo, ‘su ilustre vecina’.
La ‘santa andariega’, como así se la conoce, llegaba al pueblo un 21 de febrero de 1580, «…llegamos el domingo primero de Cuaresma, día de San Barbacián, año de 1580…, salieron nos a recibir el Ayuntamiento y el pueblo, y me hizo harta consolación ver con el contento que recibían la orden de nuestra sacratísima Virgen…», escribía Santa Teresa. Aquí venía, para una nueva fundación conventual, el número trece.
Y aún a pesar de ser este un día de mortuorios recuerdos, Santa Teresa de Jesús fallecía un 15 de octubre de 1582, la evocación de los jareños hace que estas fechas se revivan en un atrayente significado…:
En la noche del día 14 de octubre, cuando el pueblo escucha el repicar de las campanas desde el Convento, la noche jareña se ilumina con las hogueras que se encienden. La calle se hace entonces un clamor de todos aquellos que hacia tal lugar se dirigen. A las puertas de cada casa, una pequeña luminaria marca el camino que la ‘santa’ debió seguir con su carrillo en el que aquí llegara, acompañada de otras compañeras y de las autoridades locales, hacia el edificio donde se encontraba la ‘casa’ que iba a ser lugar conventual y donde las mujeres allí existentes ya se dedicaban a la oración.
Y esa noche también se hace alegría sonora al compás de los ‘pasacalles’ de la Banda de Música de Villanueva, acompañando al pueblo. El camino es el de siempre, las expectativas también, pero cada año todo sucede con singular y renovada emoción. Es un andar determinado para llegar a la puerta del convento y en él, mirar con ojos velados por la turbación a Teresa de Jesús, que ha ‘salido’ a las puertas del templo, a recibir el afecto de sus vecinos. La talla, por cierto, fue realizada por Ana de San Agustín, la monja que quedó a cargo de la dirección de la ‘fundación’ jareña, después de marchar santa Teresa de La Jara.
«Es hacerla partícipe de nuestra alegría porque la consideramos como una de nuestras vecinas más prestigiosas…», me dice una jareña. La hoguera del convento une el querer de los jareños a Teresa de Jesús, y claro está, a las carmelitas teresianas que allí, en Villanueva de la Jara, siguen con su vida de piedad y oración llevadas por el ejemplo de la Fundadora.
En unos instantes, la noche adquiere un significado más en el recuerdo cuando, sesenta y cuatro años atrás, la iglesia conventual se iluminará el interior con la luz de las velas pese a las prohibiciones existentes. Las notas del Himno Nacional por la Banda de Música jareña, es el preludio de una sinfonía de ruido y luz que las gentes del pueblo gustan de contemplar y participar, lleno de emotividad y mezcla de sabor a vecindad, mientras la pólvora resuena por calles y plazas de la localidad. Las hogueras recuerdan la capacidad del ser humano para darle al fuego una forma de relación social agradable. Se convive en torno a ellas, se asan las viandas, se toma el vino que pronto será sustituido por la nueva cosecha, se canta y se baila mientras se hace sitio a la amistad y al entendimiento. Y tampoco se olvidan a aquellos que por un motivo u otro faltan.
La noche se hace madrugada por el vecindario y también por el callejero del pueblo. «Hemos ‘velado’ con toda la intención del mundo, porque la ocasión lo merecía y la sensación de tener a ‘nuestra’ Teresa al lado, era suficiente para vivir en amistad y alegría esta noche, muy especial», me decía Martín, uno de los vecinos. Y la calle ha sentido ese especial ambiente no solo en las hogueras, sino en el ruido de petardos y carretillas con que la fiesta ha hecho su denominador común de estrépito controlado.
Solemne misa, en el domingo del día grande y en la Iglesia conventual, completamente llena de jareños llegados para sentir lo más cerca que pudiesen el latir del corazón de la fundadora de las carmelitas. Una sola nave con planta rectangular en la que destaca la techumbre mudéjar de madera, de par y nudillo en el cuerpo de la iglesia, y octogonal en la cabecera, en la Capilla Mayor.
Un padre carmelita proveniente del Convento de Burriana ha sido el predicador en la Misa patronal, final del novenario que a la Santa ha sido dedicado. Allí mismo, al finalizar la Misa, se han entregado por las autoridades presentes los premios de los diferentes concursos de Dibujo y Poesía que la Concejalía de Cultura de Villanueva de la Jara tiene establecidos desde años atrás con el referente del pensamiento teresiano.
Y ya en la tarde, la procesión.
Sencilla y significativa, como es el carácter de los jareños en torno a su vec
ina afamada; primero iba la imagen de Santa Teresa, una bella representación de una monja de su tiempo, que igualmente pudiera ser el actual. A continuación, el pueblo rodeando la imagen junto a la representación religiosa y autoridad civil que marchaba detrás y, cerrando el grupo de jareños que acompañaba a Teresa de Jesús, la B.M. de Villanueva de la Jara. El ritmo procesional lento, entre conversaciones y rezos, miradas y suspiros de los presentes, y de los que se iban incorporando al paseo procesional. Todo el vecindario estaba presente.
Visita obligada a la Iglesia basilical de Nuestra Señora de la Asunción, declarada Monumento histórico-artístico Nacional, para después pasar por la singular Plaza Mayor, uno de los lugares más interesantes de la provincia, en el XVI.
Entre los asistentes, converso con Gratiniano, un amigo jareño quien me habla del significado que para el pueblo tiene esta fiesta, conmemoración de vecindad con Santa Teresa: «…fue una monja especial, Enrique, con la que aún hoy podemos hablar en el silencio del templo carmelita; ella nos entiende como mujer que es del pueblo, con una línea muy directa a nuestro corazón. Una mujer de gran personalidad, que con nuestros antepasados estuvo, de carne y hueso…, eso nos hace tenerla un cariño diferente»
Hablando, hemos llegado hasta la calle Nueva, donde según la tradición estuvo viviendo Santa Teresa mientras el edificio conventual entraba en funcionamiento. Una enramada y una placa señala el sitio; en el que un centro de flores se ha ofrecido a la imagen de ‘La Santa’, así como unas rosas de azafrán.
Atardece mientras el paseo procesional continua y se llega a la puerta del convento. Es la despedida ocasional mientras se besa la reliquia de Santa Teresa. Allí, en el silencio de la clausura, las monjas, estoy seguro que rezarán por todos sin excepción para que el mundo mejore.