El Sábado de Carnaval del año 2000, hace 21 años, lo viví bien de cerca en Gascueña, la tierra del escultor Fausto Culebras. Un carnaval especial, sobre todo en fin de semana, que permite la presencia de mayor número de personas en el pueblo. Los que vienen al encuentro de esta tradición desde diferentes lugares de esta España nuestra, y los contados vecinos que aquí tienen su vivienda habitual. Tradición que emana de la Hermandad de Ánimas reformada en 1787 por Fray Julián de Gascueña que, entonces, estaba unida a otra existente del Santísimo Sacramento. Para Carnaval, Lunes y Martes salen los miembros existentes a la calle a pedir por las ‘ánimas’ entre rezos y el sonar de la ‘Ranra’ y, a la puerta de cada casa, ofrecen sus padrenuestros a quienes así se lo solicitan. El precio es módico, 50 pts. por cada intención solicitada. Llevan distintivos en forma de bastones, picas y alabardas.
El Rincón de Enrique Buendía
Los colores de la anticipada primavera envuelven a Gascueña. Blancos de pureza, morados de pasión y verdes de esperanza componiendo un lienzo que, entre marrones y ocres de las alcarrias, esmaltan las casas de la localidad.
Parecía una escena sacada de siglos anteriores cuando encontré a la Cofradía en la parte alta del pueblo, arriba, en el Altozano, donde antiguamente estaba la calle de los Caldereros, fundadores del pueblo en los tiempos de Fernando III el Santo.

Alrededor de una casa estaba la Hermandad compuesta por una quincena de personas: los oficiales, capitán, teniente, alférez, sargento…, los ‘reformados’ que ya cumplieron su presencia en la oficialidad y otros miembros, mujeres y hombres, casi todos mayores de setenta años.
Vicente, el alguacil-pregonero, llamaba a la puerta de una vivienda. Una persona se asomaba a la cancela, y depositaba un billete o unas monedas en su mano y él, inmediatamente, solicitaba a los presentes con su vozarrón:
– ¡A rezar por su intención! –
A renglón seguido, el capitán de la cofradía, comenzaba su letanía.
– ¡Padrenuestro que estás en los cielos…!
– Dios te salve María, llena eres de Gracia…!
Según el dinero recibido y la indicación del limosnero, las oraciones se repiten como lo indique Vicente, el alguacil.
– ¡A rezar por la familia Jordán! –, y el rumor de las plegarias continuaba.
– ¡Por las benditas ánimas del Purgatorio! –, y un nuevo Padrenuestro y consiguiente Ave María era la inmediata respuesta.
– ¡Requiéscat in pace!

Terminado su cometido a la puerta de la casa, la ‘soldadesca’ de ánimas ha continuado su visita a otras casas del pueblo y a sus moradores. Repica el tambor su monótono ‘ratataplan ta’, ‘ratataplan…’, como anuncio del caminar de los ‘animeros’ a otras viviendas, a rezar por las intenciones y deseos de sus moradores. Llegados a la Ermita de San Isidro, ubicada en lo que fuera iglesia del convento y hospicio de los Mercedarios Descalzos durante los siglos XVI a XVII, el rezo al patrón de los labradores es para que guarde los ‘frutos del campo’. Pero también se reza a San José para que les acompañe en la hora de la muerte, y al pasar por la casa del cura, a Fray Julián y a Vicente Baquero.
Águeda lleva la ‘piquilla’, un pequeño cetro para ser llevado por un niño o niña, como el paje de la cofradía, también porta un bolsito con dinero del que va extrayendo monedas para pagar los rezos de todas aquellas familias que hoy no están en el pueblo y que le han pedido lo haga la cofradía. Así es la espiritualidad gascona en cuanto el culto a sus muertos.
No hay descanso en esta mañana del Domingo de Carnaval hasta que no se acaba de visitar la totalidad de las casas de Gascueña sin que, a la comitiva, le importe lo alejadas que se encuentren del núcleo urbano gascón. Los rezos finalizan en casa del Capitán, Jesús García, donde se reza ‘por la intención del capitán’, ‘por las ánimas benditas’ y por el primero que falte de la Hermandad a partir de la fecha. También aquí se hace el recuento de lo recolectado para los ‘sufragios’ de las ‘benditas ánimas del purgatorio’. ayer 40.000 pts. y, hoy, 32.000.

En un rincón de la vivienda de Jesús me encuentro con la única referencia al carnaval entendido en lo que al disfraz y al retozo convencional ocurre por otros pueblos. Es una muñeca vestida al gusto de la tierra, a la que se la conoce con el nombre de ‘María Basquiña’, y que se acostumbra a sacar a la calle para ‘forzar’, ante su presencia y la de los animeros, a que cuantos encuentre a su paso, atiendan las peticiones de limosna participativa.
- «Era llevada en un burro y acompañada por música y la hermandad y, llegado el momento, o bailabas con ella o pagabas una cantidad de dinero para evitarlo. Era el Baile de las Ánimas.», me dice Vicente Baquero, un ‘reformado’. María Basquiña sería, según me comentan, junto con su marido conocido con el sobrenombre de Canalla, los iniciales emprendedores de esta fórmula de conseguir unos dineros para la Cofradía de Ánimas, siglos atrás.
Han sonado las campanas de la Iglesia. La Hermandad de Ánimas y del Santísimo dirige sus pasos hacia la Iglesia de la Natividad, barroca, del XVII. Por delante la bandera, detrás los diferentes miembros, el capitán Jesús con su ‘bastón de mando’ seguido por Cesáreo en representación de su hermana Maribel, la teniente, que se encuentra en estos momentos imposibilitada por enfermedad. Lleva la ‘pica’ más alta. Al lado de los anteriores, el alférez-abanderado Domingo, el sargento José, con la alabarda forrada de tachuelas y con ellos, los ‘reformados’, mujeres y hombres con su bastón acreditativo, sin capa castellana, por aquello de ser carnaval y demostrar su espiritualidad y sacrificio.
En las puertas del templo, dejan las armas los cofrades y el abad de la hermandad, Jesús Galache, les saluda y ofrece agua bendita. Asisten a la Misa del Santísimo que hoy tiene lugar por aquello de su pertenencia a la Hermandad con la que se unieron al comienzo del siglo XVIII como consta en los archivos. Y cuando esta termina, ya a la entrada de la iglesia, los hermanos ‘pagan las campanas’, una forma simbólica de satisfacer la cuota anual establecida por pertenencia a la misma.

Es mediodía en Gascueña y los distintivos de la oficialidad quedan en casa del capitán junto con la bandera y la muñeca ‘María Basquiña’. Es hora de comer y preparar los diferentes actos de la tarde, en los que obligatoriamente deberán estar presentes los ‘hermanos’ y a los que se invita al pueblo. Son las Vísperas y la singular ceremonia de ‘Entrega de Armas’ donde los oficiales juran, ante el sacerdote del pueblo que es el abad de la compañía, fidelidad a los principios de la «soldadesca» que son los dirigidos a participar en la recogida de sufragios en favor de las Benditas Ánimas’ del Purgatorio.
Al pie del Altar Mayor se ha puesto un reclinatorio para cumplir delante del Abad de la «Soldadesca» el cambio de armas, que permitirá ir ascendiendo de categoría a los oficiales y pasar a reformado al Capitán saliente,cumplido su mandato anual.
A cada oficial se le recitan unos versos que explican las obligaciones del cargo.
Al cabo, se le dice:
«…Si tomas con fe la pica
de ‘cabo’ de esta hermandad,
la Divina Providencia
te dará salud y paz…»
Al sargento:
«…Cuidad que los hermanos
mientras este cargo os dure
en la cofradía, jure
el nombre de Dios en vano…»
A un niño le entregan la ‘piquilla’, el cetro con el escudo de Fray Julián, el reformador de la Hermandad, y se le dice:
«Tu infantil benignidad,
tu candorosa inocencia
simboliza la excelencia
de la Santa Caridad…»
Al alférez abanderado:
«…Yo sobre todo quisiera
que con tu fiel lealtad
inspires siempre piedad
en favor de los hermanos
que esperan de los mundanos
la bendita caridad…»
Al teniente:
«Para este cargo de honor
te recomiendo esta pica,
pero exige un alma rica
en virtud, como en valor…»
Al capitán:
«Señor, estoy satisfecho
al entregar el bastón,
de que late en vuestro pecho,
en apariencia algo ‘trecho’,
el más grande corazón…»
La despedida de la Hermandad de Ánimas y del Santísimo acaba así:
«Y todos en Santa paz,
y como buenos hermanos
con gracia espiritual
aquí nos juntemos otro año.»

La tarde va decayendo con el sol marchándose por el horizonte. Cubierto un ciclo, los ‘hermanos’ van a casa del capitán saliente donde les tiene preparada la ‘función’ o ‘colación’: una mesa donde no faltan los cañamones, garbanzos tostados, confitura de anís y pasas junto a unos gustosos bizcochos elaborados en un horno cercano y bebida.
– ¡A rezar por su intención! ¡Animas benditas!