Pólvora y recitados por el Santo Niño en Valverde de Júcar
Desde hace más de cinco siglos, Valverde de Júcar celebra en los comienzos de cada año las tradicionales fiestas del Santo Niño. Cuando la hoja del calendario del 4 de enero ‘cae’, el pueblo queda dividido en dos bandos ‘casi irreconciliables’ por varios días.
Dos Compañías, una de Moros y otra de Cristianos, rivalizan en devoción y religiosidad por el Santo Patrón en el respeto a la ‘costumbre’ por el consumo de pólvora, a través de sus trabucos. Es la tradición. «El Reglamento de nuestros comportamientos festivos es muy exigente…».
La base de este acontecimiento, hunde sus raíces en los tiempos de la conquista de Granada por los Reyes Católicos. La tradición oral nos lleva hasta el Señor de Alarcón y de Valverde, participante en la conquista de tal ciudad. Dos versiones escuchamos: una, habla de la emboscada de la que se salva el Conde por intercesión del Santo Niño y, la otra, tiene que ver con el satisfactorio cumplimiento del encargo hecho por los Reyes Católicos al señor de Valverde, de custodiar al último soberano granadino, Boabdil, y a su hijo Sid Hamed de dos años de edad.
Tal manifestación, difundida en el ‘correr’ de los tiempos, nos permite vivir en la localidad valverdeña una fiesta de gran atractivo señalada de Interés Turístico Regional.
El Rincón de Enrique Buendía
Llego a Valverde de Júcar algo ‘reservón’. Conozco que aquí, los trabucos hacen valer su estruendo en cualquier momento. Vengo eso sí, bien pertrechado de algodones colocados en los oídos para intentar protegerme del ensordecedor ruido. Todo el mundo ‘va vestido’ de esa manera.
En la Plaza Mayor veo a la tropa mora con sus directivas al frente, saludando a los tempraneros ocupantes con una abundante salva de pólvora. Juan Carlos, el ‘dichero’, el general de los dichos, en caballo ricamente enjaezado. En las dependencias del Ayuntamiento espera y está presente el XIII Conde de Valverde, José Jerónimo Martel, y miembros de la corporación municipal local y alcaldes llegados desde la provincia.
Los sonidos de tambores y trabucos anuncian la presencia de la tropa cristiana, con sus mandos y general de dichos aquí en la Plaza Mayor. Se acerca el momento del inicio del acto más importante de las fiestas: Los Dichos. Víctor Larroda es el ‘dichero’ de los cristianos y está tranquilo. Lleva más de un mes ensayando los textos del Auto de Moros y cristianos en honor al Santo Niño, y aunque sabe que la emoción le puede apretar el corazón, espera poder transmitir a ‘todos’ la carga de sentimientos que los versos que recite tienen.
Y comienza la Fiesta con la reproducción de los Dichos, pues la imagen en andas del Santo Niño está saliendo de la iglesia, llevada en los hombros de los componentes de la tropa cristiana, dispuestos para el paseo procesional consiguiente. La tropa mora ya les espera en la Plaza cercana, su general de dichos dispuesto, y también el público presente. Es el Primer Encuentro, en el que, Después de unos monólogos en los que ambos generales muestran su estado emocional en esta situación ocurre el choque verbal del que os recogemos esta muestra:
MORO: ¡Alá del campo, cristiano!
CRISTIANO: ¿Quién osa venir así ante el Niño y ante mí? ¡Repórtate mahometano!
(Sin concesiones, las arengas a las tropas de uno y otro bando son continuas y dan lugar al primer encuentro sonoro):
MORO: ¡Sea pues, guerra a muerte!
CRISTIANO: ¡Guerra a muerte sin cuartel!
Los trabucos se cargan y descargan, mientras que la Plaza de las Verduras se llena de humo y de resonancias guerreras en las que la tropa mora gana la batalla. Por la Calle Mora la compañía árabe se lleva al Santo Niño, después de haber vencido con las armas. Al Niño le cambian su gorrito de cristiano por el de moro, y entre salvas de pólvora el escenario se traslada a otra Plaza, la de las Cuatro Esquinas, donde el ejercito cristiano espera la llegada de los africanos para poder recuperar su preciada imagen.
El Segundo Encuentro comienza con el general de dichos cristianos lamentándose de la derrota obtenida y analizando los fallos cometidos, al mismo tiempo que llama a sus tropas a la batalla para recuperar la imagen; el moro en plan presumido y arrogante por la victoria.
Así termina:
CRISTIANO: ¡Guerreros infatigables del mundo civilizado/huya el Corán asustado delante de nuestras espadas!
MORO: ¡Muera España, mahometanos! / ¡Viva la bandera mora!
CRISTIANO: ¡Muera el África, cristianos! / ¡Viva España vencedora!
MORO: ¡¡Alá viene con nosotros!!
CRISTIANO: ¡¡La Virgen nos acompaña!!
Y de nuevo el rumor de batalla toma cuerpo y se apodera de la Plaza, los sonidos de los trabucos se expanden hacia el cielo para advertir la victoria de la Cristiandad frente al africano. La procesión se reanuda, y ahora son las tropas cristianas las que llevan al Santo Niño, cambiado su gorrito.
Casi no me ha dado tiempo para contarles cosas ni de las tropas participantes, ni del pueblo ‘no asentado’ que sigue ‘Los Dichos’, ni tampoco de Víctor ni de Juan Carlos, ‘los dicheros’. Más reposado Juan Carlos, con más carga expresiva Víctor, mantienen la tensión del acto, que ya está por encima de la hora de duración.
Y si este segundo encuentro es el más bello, y con mayor contenido religioso, el Tercero y final se caracteriza por su emotividad, y viene a ocurrir en la Plaza Mayor, totalmente ocupada de gente, frente a las puertas del templo.
Es el final, con el moro arrepentido pidiendo perdón y recibir el bautismo, y un cristiano, receloso de las palabras de su enemigo, al que perdona después de escucharle un bello Credo de 25 estrofas. Son los versos finales:
MORO: Vamos al Templo a buscar/ ese don que el alma espera/ para abrazar la bandera/ del Santo Niño en su altar. Vamos todos a rezar/ en favor de nuestra estrella.
CRISTIANO: Dios es bueno y desde arriba/ mandará su bendición. /Digamos de corazón/ ¡¡¡Viva el Santo Niño!!!
Entre aplausos, descargas de trabuco y ¡vivas!, la procesión con el Santo Niño pasa al templo. A ambos lados del pasillo central se colocan la tropa mora y cristianos, sin mezclarse. El pueblo y las autoridades asisten a la Misa Mayor concelebrada, armonizada por el Coro «Virgen del Espíritu Santo» y la Banda de Música «Santo Niño», ambos de Valverde.
Acabada la ceremonia religiosa, se huele a pólvora en la calle después de la «Descarga final», y todos unidos, pueblo, tropa y autoridades comprobarán como es, entre otros alimentos, el ‘fuerte’ y cálido «Mojete» con que el Ayuntamiento obsequia a todos los asistentes.
El Santo Niño sonríe al pueblo desde su trono. La tarde acaba de empezar. Un ‘puñao’, otro… Más de 1.500 kilos de pólvora…