Valera de Abajo vivió, el 4 de octubre de 1998, una importante jornada de encuentro con sus tradiciones. Recuperados los papeles de «Los Dichos» a la Virgen, un grupo de ‘valerosos’, amigos y tunos, decidieron ponerlos en escena a pesar de la lluvia que puso sus condiciones.
El Rincón de Enrique Buendía
En casa de Celso y Azucena, cristianos y moros se vestían para la función de la mañana. El ambiente que se respiraba, hace de ello 23 años, estaba lleno de ‘buenas vibraciones’ no exentas de inquietud. «Es el gran día, Enrique, todos los ensayos y las horas de estudio de «Los Dichos hoy, por fin, van a ser realidad. Lástima la lluvia…» Allí estaban los actores de una representación, que se adivinaba histórica después de treinta y dos años de silencio. La última vez fue en 1966, en la inauguración de la Iglesia Parroquial del pueblo, con don Julio Peñalver a la cabeza haciendo de ‘apuntador’.
Los Cristianos José Antonio, Jesús, Miguel Ángel y Celso, junto a Ernesto, acompañados de sus mujeres, repasaban los ‘parlamentos’ en la habitación que antes había servido para degustar el desayuno de la mañana. Entre ellos organizaban duelos a espada, comprobaban sus trajes traídos desde Villena, refrescaban la garganta y consumían el tiempo previo a la hora de la Misa a la Virgen del Rosario, entre mil y una cosas, pero sobre todo observaban a las nubes que seguían soltando agua sin parar.
En el sótano, los moros Emiliano, Jesús, Víctor y Agustín, terminaban de acoplarse en sus trajes sarracenos, también ayudados por sus ‘medias naranjas’. Junto a ellos, Petronila, Amparo y Rosa María, Mora, Cristiana y el Ángel, y daban los últimos toques a sus peinados y maquillajes, vestidas al uso, pendientes todos de un cámara de video local que andaba haciendo ‘tomas’ para la posteridad.
Rosa María, la princesa cristiana, nieta del abuelo ‘Reverendo’ recordaba la alegría que le dio saber de la existencia de los textos de «Los Dichos», y como, una vez consultada la familia y con el conocimiento del Ayuntamiento, decidieron ‘formar’ el grupo de actores para recuperar la tradición de los «Encuentros de Moros y Cristianos», que años atrás, y no de manera continua se representaban en público.
Pedro Marco, el hijo del abuelo ‘Reverendo’, esperaba con ilusión la hora de la representación de «Los Dichos a la Virgen» y, así, ver cumplidos sus deseos y los de la familia, hijas, nietos y yernos, vecinos y amigos. Él me decía: «Será una forma más de ensalzar a la Virgen y de recordar a nuestros antepasados, y para mis paisanos que no los han podido disfrutar, una agradable experiencia».
La actividad en el pueblo había comenzado con la Ofrenda floral de las Peñas a la Virgen del Rosario, más de treinta existen en Valera de Abajo, para seguir con la Gran Chocolatada ofrecida por el Ayuntamiento al pueblo.
Ahora, ya en la calle, las gentes del pueblo, peñistas con sus trajes identificativos y visitantes, reina y damas, el rey y sus pajes, componentes de la B.M. de Nuestra Señora de la Asunción de Valera de Abajo, junto a autoridades locales e invitados, iban hacia la Iglesia para asistir a la Santa Misa en honor a la patrona. La llegada de las tropas cristianas y mora a la Iglesia fue espectacular. Los trajes, de gran riqueza visual, llamaban la atención y, la emoción, se adivinaba en los rostros de todos. A punto estaban, delante del ‘pueblo’, de cumplir la promesa que fechas atrás les había unido, y que no era otra que su devoción a la Virgen del Rosario.
En la ceremonia religiosa, concelebrada por sacerdotes que lo fueron de la localidad, se glosó la fiesta y el significado de la Virgen del Rosario. La Reina y Damas de honor ofrecían sus ramos a la patrona. El momento de Los Dichos estaba ya ahí, a punto de convertirse en una realidad. Al finalizar, y una vez que las tropas cristiana y mora abandonaron el templo para colocarse en las escaleras exteriores de acceso, comenzó la función. El pueblo, ‘emparaguado’, se situó cerca del espacio donde iba a tener lugar el 1º Encuentro, y así escuchar ‘los recitados’. La imagen patronal, a hombros de diferentes peñistas, fue llevada a las puertas de la Iglesia para ser ‘actora’ excepcional de los parlamentos, que en tres plazas de las calles ‘valerosas’ tendrían lugar.
Y comenzaron ‘los recitados’ del primer acto…
No era posible seguir. La lluvia, intensa por momentos, aumentaba la peligrosidad de ir a caballo por las plazas de los Encuentros, Horno, Cruz Cerrada, Iglesia, etc. Y era cierta la dificultad de que el pueblo oyera los diferentes diálogos, lloviendo como lo estaba haciendo hasta que se impuso la cordura.
«¡Se dirán en la Iglesia, y si la lluvia cesara, se representarán en la calle como estaba pensado inicialmente!».
Y así, delante del Altar Mayor, con los asistentes en silencio, y con el apoyo del micrófono parroquial, los componentes de «Los Dichos», vieron por fin cumplida su tarea. Yo estuve muy cerca durante las casi dos horas que duraron los parlamentos, y les vi a todos disfrutar y ‘hacer’ su papel, unas veces ardoroso y gesticulante, otras comprensivo, siempre creíble para aquellos que allí estuvimos y observábamos.
Las risas y los chascarrillos, las frases emotivas llenas de espíritu cristiano, también tuvieron sitio en los cuatro actos. Y como no, el aplauso unánime de los asistentes al teatro eclesial en los momentos culminantes de la obra. A buen seguro que la Virgen del Rosario no se sentiría defraudada por la feliz representación que ‘su gente’ le ofreció en el día patronal.
Os diré que, en estos Encuentros de Moros y Cristianos, lo que se trata es de proteger la imagen de la Virgen patrona que los moros quieren robar, aprovechando la procesión de las fiestas porque saben el apoyo que presta a los cristianos; y también conquistar a éstos las tierras de la comarca. Todo se evitará, por la ayuda del Ángel ‘protector’, que convertirá al cristianismo a los árabes después de ardorosas disputas verbales y de espadas.
La mañana se templaba guerrera en los pocos momentos en que la lluvia dejó de caer. Ese fue el instante para que los actores subieran a sus caballos y se dieran por el pueblo un paseo. Unos y otros comentaban lo bien que hubiera quedado la representación de «Los Dichos» en la calle, si la lluvia no hubiese estado presente.
Pasaban las tres de la tarde cuando los valerosos regresaban a sus casas, o a las ‘cantinas’, si pertenecían a alguna peña, para reponer fuerzas. El grupo Santa Bárbara cerraba el día en Valera, ofreciendo una muestra del rico folclore valenciano.